De la protesta a la propuesta

Duvalier Castañon / 

Los análisis, las críticas, los debates y las propuestas deben ser un ejercicio cotidiano entre los ciudadanos que son o aspiran a ser políticos probos, capaces de impulsar transformaciones significativas en nuestro sufrido país.

He decidido ordenar un par de ideas para ser sometidas a la consideración del lector y así, generar un sano debate sobre cuál deber ser la ruta para salir del abismo en el que nos han metido los gobernantes (presidentes, diputados, alcaldes y funcionarios públicos, elites, etc.) del siglo XXI.

La Guatemala que hoy tenemos: está ubicada entre las estadísticas más negativas de Latinoamérica, Centroamérica y del mundo; 60% de pobreza, 25% de extrema pobreza, 50% de desnutrición crónica y millones de jóvenes desempleados o subempleados (emprendedores) y sin acceso a formación académica. Para revertir estos efectos (que se han consolidado en un círculo vicioso), debemos impulsar desde el Ejecutivo y el Legislativo (la falta de voluntad política es una de las principales causas de nuestro subdesarrollo) políticas públicas encaminadas a emplear dignamente la mano de obra con la que ya contamos (millones de jóvenes en edad productiva). Asignar más presupuesto a la academia (invertir especialmente en investigación y desarrollo) para aumentar su cobertura. Apostarle al capital de riesgo para financiar emprendimientos novedosos y fortalecer a los emprendedores que están consolidando su proyecto. Destinar un mayor presupuesto a Salud preventiva (primer nivel de atención: centros de salud, unidades mínimas, etc.). 

Las anteriores propuestas conllevan enormes preguntas ¿No es suficiente el presupuesto que tienen actualmente? No, no es suficiente. Los países que han salido o están saliendo de esas estadísticas, asignan un buen porcentaje del presupuesto de la nación a estas prioridades. ¿Acaso no se roban el dinero? Por ello la importancia de la CICIG-MP, pues está comprobado que otro factor del subdesarrollo es la corrupción e impunidad. Debemos seguir en la lucha contra este flagelo como una Política de Estado, que garantice un castigo ejemplar a todos aquellos que roban los dineros del pueblo, la devolución de los mismos y un pago extra por daños y perjuicios (SENABED sigue siendo clave en este orden). ¿Pero si los empleados públicos no son eficaces? Tiene que ver con fortalecer y modernizar la administración pública (reformas al servicio civil). Plazas sometidas a oposición y ascensos por capacidad e idoneidad. Denunciar y cancelar pactos colectivos nocivos para el Estado (como el sindicato del Congreso de la República). Castigar a dignatarios que pongan cargos burocráticos por compadrazgo. 

Y pensando lógicamente, viene una pregunta que nos acerca al meollo del ciclo vicioso, en el que se encuentra estancado nuestro país: ¿Pero, sí es cuestión de voluntad política, los actuales gobernantes no empujarán estas reformas, pues es su modus vivendi, es su botín de oro; acaso se dispararán al pie? Por ello la importancia de depurar estas instituciones vía voto popular. Es decir, con los actuales gobernantes, seguro estamos, no se lograrán esos cambios estructurales. Pero es necesario saber que no hay otra vía, que la política es el espacio desde donde se toman decisiones para generar bienestar común. Necesitamos elegir presidentes, diputados y alcaldes probos, capaces y comprometidos con el desarrollo del país. Gente con dignidad y formación académica, que entienda al Estado y sepa los elementos fundamentales para generar capital social. Necesitamos políticos, no oportunistas ni ineptos al frente de Guatemala. Nuestros mejores ciudadanos para servir con vocación y excelencia. 
Pero, claro, aquí viene la madre de todas las preguntas (sé que la han hecho): el Sistema electoral y los partidos políticos son una fachada ¿cómo hacer para que ciudadanos probos y capaces participen libre y democráticamente a puestos de elección popular? Es conocido, como un secreto a voces, que el sistema actual, privilegia a las organizaciones de cartón (que son la mayoría de partidos políticos inscritos actualmente en el TSE) que mueven legal e ilegalmente decenas de millones de quetzales. Reglas que favorecen la trampa y la mediocridad, las cuales son una barrera para la democracia. Sin embargo, hay dos factores que abren una gran oportunidad para la renovación política legitima: a) Los casos de alto impacto revelados y llevados ante las cortes por el MP-CICIG, los cuales han golpeado, fragmentado, dispersado y convulsionado al sistema clientelar que tenía copado al Estado, y b) Las escasas reformas electorales aprobadas por el Congreso, donde establece la distribución equitativa de recursos Estatales, para publicidad en medios de comunicación masivo en época electoral. Esto reduce considerablemente la desproporcionalidad entre partidos grandes y pequeños, en cuanto a acceso a TV y Radio principalmente, donde se erogan millones de quetzales en pautas. Sin embargo, estos factores no son suficientes para lograr la participación eficaz de ciudadanos probos y capaces en política. A ello, debemos sumarle un compromiso fuerte con la ética y un enorme esfuerzo para trabajar diligentemente en la construcción de una alternativa sólida, de largo alcance y operativa en el corto plazo. Es decir, se puede a pesar de lo difícil que es lograr el respaldo de los ciudadanos sin dar ni ofrecer nada a cambio; en cuyo caso, la convicción, la honorabilidad y el liderazgo de los políticos sustituyen en gran medida al capital económico.

En resumen, la transformación estructural del país, necesita un Estado fuerte, que emplee políticas públicas con eficacia; lo anterior se logra mediante una Política de Estado que exija transparencia y rendición de cuentas, en una lucha frontal contra la corrupción y el impulso de reformas al Servicio civil, que dignifiquen y profesionalicen al servidor público. Dichas reformas deben venir de políticos probos y capaces en el Organismo Ejecutivo y en el Congreso de la República, esto implica construir Instituciones electorales legítimas, de largo alcance, que propicien la participación libre y democrática de sus adherentes. Partidos políticos que pongan la honorabilidad y capacidad por encima del capital económico, el caudillismo, el nepotismo y el tráfico de influencias. 

Pasar de la protesta a la propuesta, es más que hablar y escribir bonito en las redes sociales, es estar dispuesto a asumir la responsabilidad que muchos han dejado al margen y reconocer que las transformaciones grandes se inician con pasos significativos, como el de reconciliar la ética con la política.

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