El sistema educativo de Guatemala enfrenta un deterioro preocupante. Como una bola de nieve que va creciendo conforme aparecen tragedias en su camino. Recibe el impacto y su desgaste se acrecienta. Abrir la oportunidad de reorientarla hacia una agenda para el desarrollo humano sostenible, es preciso. El futuro del país está comprometido. Y no es un asunto de guetos, tampoco es un tema de caridad. Es de transformaciones estructurales. Debemos aceptar que urge reorientar las valiosas y solidarias cooperaciones hacia las verdaderas necesidades que enfrenta el sistema. Integralmente.
Como por ejemplo, reincorporar al sistema educativo a los millones de niñas, niños, jóvenes que han quedado fuera. Cada vez hay más ausentes y esto es alarmante para un país hecho de niñez y juventud. Esta medida implica la recuperación de la gratuidad y el rescate de la educación pública. Porque es un derecho, no un favor. El país pide a gritos crear programas para los millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. Programas de formación integral y capacitación laboral dirigidos al apoyo del desarrollo individual, familiar y comunitario, así como programas de prevención de la violencia. ¿No cree? También orientar procesos de aprendizaje de calidad en el aula y en la realidad multicultural.
Estos tiempos demandan incorporar los temas relativos a la enseñanza de la Constitución Política, derechos humanos, educación para la paz y memoria histórica, educación integral en sexualidad, educación ambiental, ética en el uso de tecnología, la atención a la población con capacidades diferentes y más. Se sabe de programas muy bien intencionados, claro, pero sin el impacto que el país requiere. Es que esto se trata de privilegiar las inversiones que produzcan efectos positivos. También el Congreso de la República debe aumentar el presupuesto asignado a este sector. Ahora que se inicia con el tema del presupuesto 2019, los diputados deberían de ser francos y reivindicarse. (No basta con el 2.9 por ciento del PIB).
No olvidemos que las acciones en materia educativa deben considerar la composición multicultural y plurilingüe del país, como opción política y derecho de la población para ser próspera afirmando su identidad, así como el enfoque de género que construya relaciones equitativas, y mecanismos para una amplia participación ciudadana.
Hoy más que nunca, se necesita reorientar las agendas del fracaso, que han sido impulsadas por sectores de interés. Lo que el momento actual requiere no es sostener un rumbo equivocado, sino rescatarlo hacia una auténtica reforma. Hacia un pacto nacional que nos involucre a todos en demandas y reivindicaciones que hagan de la educación una canción. Sí, música, armonía. Prosperidad colectiva y humana. (Bueno, eso y mucho más).
Referencia. https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/07/04/edu-cancion/