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Banca estéril

Félix Alvarado /

Hace un par de semanas, ¡al fin!, el Movimiento Semilla obtuvo una cuenta de banco para recibir donaciones.

Por casi dos años, ni un solo banco quiso abrirle a Semilla una cuenta por considerar a dicha organización una «persona expuesta políticamente». A pesar de ser la banca un servicio público, así esté en manos privadas. A pesar de no figurar los comités proformación de partido en la lista de tales personas y de que la responsabilidad de los bancos es «identificar y conocer a sus clientes», no ignorarlos. Y no solo a Semilla.

Revisemos. En una economía moderna, cualquier transacción incluye tres hechos. Primero, la transacción real: Juan le vende a Pedro una gallina, que cambia de manos. Luego, el movimiento del dinero que Pedro le da a Juan por esa gallina. No es trueque, en el cual Pedro entregaría otro objeto real (una camisa, por ejemplo), sino simbólico. Pedro le entrega a Juan unos papelitos con números. Gallina por números.

Finalmente está el registro de la transacción. En la modernidad, el registro es simbólico: la contabilidad de Juan anota «una gallina menos» y «Q75 más». Y con Pedro, al revés. Es fácil confundir esto con el segundo hecho, pero, mientras el dinero cambia de manos, el tercer momento solo lo registra.

En última instancia, es el primer hecho el que cuenta. Lo importante es la gallina. Los billetes y la contabilidad no ponen huevos. En segundo lugar, importa el dinero, que sirve para iniciar otras transacciones reales. Con el dinero de la gallina Juan compra una camisa de verdad. Aun el banquero, que vive de comprar y vender dinero, cambia lo ganado por cuadros de Van Gogh. Solo el idiota —otro nombre para el avaro— se conforma con aumentar su dinero y quiere morir con el máximo posible de este.

No entender esto es perder de vista lo importante que, repito, es la gallina. Pagar por ella es necesario. Y registrarlo ayuda a llevar cuentas, nada más. Sin embargo, como aprendió duramente Semilla, los bancos han perdido de vista esta obviedad. Y no estorban solo a Semilla. Estorban a cualquiera que hace negocios, desde el dueño de la carreta de shucos hasta el inversionista global. No es que los bancos no quieran traficar con riesgos políticos. Es que no quieren traficar.

Lo importante es la gallina. Los billetes y la contabilidad no ponen huevos.

Todo se resume en una palabra: no. ¿Puedo abrir una cuenta? En principio, no. No hasta que traiga un fajo de documentos. ¿Quiere abrir otra cuenta? No. No hasta que traiga de nuevo todos los mismos documentos (parece que los bancos no confían en sus propios registros). ¿Quiere abrir una cuenta en dólares? No. No se puede si antes no ha abierto una cuenta en quetzales. Y no. No la puede abrir a menos que pase seis meses con la cuenta en quetzales. Y si no mueve la plata, le desactivamos la cuenta.

Tanto ahínco en la denegación de servicio es explicado con que eso combate la corrupción y el narco. Esto es absurdo. Para cuando alguien busca depositar dinero (que responde al segundo de los tres hechos mencionados arriba) ya realizó la transacción real —legal o ilegal— que generó ese dinero. Lo único que se consigue con estorbar la apertura de cuentas es que el dinero ilegal e incluso el dinero legal circulen de manera informal. Y va la DEA a perseguir fardos de billetes pudiendo controlar flujos digitales.

Combatir el lavado de dinero y la corrupción no requiere estorbar la bancarización. Requiere identificar e investigar las transacciones ilegales y dolosas. Esto se facilita captando a todo mundo en la banca. Es investigar a los usuarios, sí, pero como hecho real, no cumpliendo requisitos que solo certifican que alguien tuvo acceso a una fotocopiadora. Primero hay que meter el dinero en la economía formal, hay que bancarizar a todo mundo: políticos, comerciantes, ciudadanos.

Al dificultar la apertura de cuentas, los bancos meten la cabeza en la arena, se eximen de prestar el servicio público del que son responsables y contribuyen a que el dinero, tanto limpio como sucio, circule informalmente. Sin pagar impuestos, sin potenciar la inversión. La Fundesa y su índice Doing Business, el Movimiento Semilla, el vendedor de shucos, el fisco y los anticorruptólogos de la Embajada tienen en esto causa común. Y para la Superintendencia de Bancos, entiendan: no basta emitir normas contra el lavado de dinero. Hay que democratizar la banca. Asegurar que los ciudadanos abran cuentas de banco y pongan su dinero en ellas. Luego podrán perseguirlos, si se lo merecen.

Referencia: https://www.plazapublica.com.gt/content/banca-esteril




Nuestro entorno noticioso es como carrusel de feria:

Cada vez un caballo distinto, pero la música es siempre la misma.

Félix Alvarado

La prensa da la sensación de estar en una ronda sin fin: por más cosas que suceden, nunca cambia nada. Cada noticia es desplazada de inmediato por otra más escandalosa.

Hace apenas dos semanas se lanzó el Frente Ciudadano contra la Corrupción y ya parece tan remoto, pues ha sucedido de todo. Para recordar lo más visible: un accidente estrepitoso en carretera, el aniversario de la catástrofe en ese que no fue ni hogar ni seguro para 41 niñas, una nueva amenaza de Jimmy Morales por quitarse de encima a Iván Velázquez y, como tapa del pomo, el alcalde sempiterno vuelto a escabullirse de la justicia, que le muerde los talones.

Por eso debemos cotejar la información y volver a las cosas más significativas. Porque, no se engañe, hay cosas que son solo entretenimiento. Como la novela del alcalde resbaloso, que ya perdió el juego, así no pase una sola noche en prisión y vocifere cada día más. Le ganaron Portillo, Pérez Molina y Colom en el camino a la cárcel. Le ganó Ríos Montt en zafarse de la justicia. Por más que alardee, arruinó su reputación.

Tratando de encontrar los parteaguas, yo vuelvo a la novedad del Frente Ciudadano contra la Corrupción. Dudará usted señalando que allí está Dionisio Gutiérrez siempre queriendo hacer el papel de bueno, pero intentemos ver un poco más lejos. Veamos el conjunto inusual de socios. Notemos la contradicción abierta entre sectores de élite, las diferencias que, como pocas veces, se le escapan al cartel del Cacif. Observemos a Felipe Bosch, ese que no ve presidentes corruptos, más que simbólicamente encaramándose tarde a la tarima.

El asunto no es banal. A los jóvenes ciudadanos que no eran nadie antes de denunciar a Pérez Molina en 2015, hoy Gutiérrez y sus pares los convidan. Con salón de hotel y video de estudio, cruasanes y café incluidos. Por resistirse a ver novedad, un grande de la academia deja su análisis en epítetos que parecen muestrario de pintura (derecha lila, izquierda rosa —solo faltan el centro malva y el reformismo cerúleo Pantone 15-4020 TCX—). El pragmatismo inusitado invita a pensar distinto, a reconocer a la élite y a la clase media urbana que descubren —o quizá admiten resignados— que sí, que tienen algo en común, aunque piensen que es solo la enfermedad de la corrupción. Esto se llama oportunidad.

Ahora la pregunta es: ¿qué toca? Lo obvio (no por ello lo fácil) es que los de la plata —como Gutiérrez— deben primero resistir sus reflejos: querer comprar actores para hacer su voluntad. Nuestra historia reciente muestra que sus instintos de clase les han servido mal en esto. Una y otra vez se equivocaron. Por ejemplo, oponiéndose a las manifestaciones contra Pérez Molina o financiando malas opciones de derecha como el MCN. Hoy necesitan apostar por experimentos en dar dinero y dejar que otros decidan sin su tutela y sin sus límites. Porque ellos necesitan democracia, pero la democracia necesita contendientes fuertes.

Más allá del show mediático del lanzamiento del frente ciudadano y de la necesaria resistencia a Morales y a sus adláteres, la élite necesita sacar lección del modelo de grandes fundaciones como Ford o Soros: donar dinero abiertamente a jóvenes líderes políticos a cambio de que se comprometan de forma medible con la transformación, no a cambio de que hagan la voluntad de los profundos bolsillos y de las timoratas intenciones de sus donantes.

Otro tanto ayudaría tomarse tiempo entre juegos de squash para instruir a sus gerentes de banco para que dejen de temer abrirle una cuenta al Movimiento Semilla o, para el caso, a cualquier otro movimiento político que se establezca como Dios manda. No por su persuasión política, sino porque necesitamos un sistema político financiable, transparente y diverso.

Nosotros, y también Dionisio Gutiérrez, debemos entender que es bonito estar en la tele, pero que no se trata de que él sea candidato. Se trata de que, cuando la derecha necesite dinero, no solo vaya con Dionisio. Y que cuando la izquierda necesite dinero, no tenga que ser con los socorridos suecos, ya que en Guatemala nomás encuentran cobardes y tacaños.

Así que, sacudidas ya las migas de cruasán de la chaqueta y antes de volver a los afanes del pollo, la harina, las tiendas o la electricidad, conviene reconocer que hoy la mayor contribución de la élite a la democracia será financiarla, no dirigirla.

Columna de opinión tomada de Plaza Pública
Ver texto original: https://www.plazapublica.com.gt/content/tareas-para-el-frente-ciudadano-o-para-el-ciudadano-del-frente