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Filgua (no se la pierda)

Anabella Giracca /

Un respiro… Atrapados en este caos que no termina, necesitamos de un espacio vivo, diestro a transportarnos. Limpio. Uno que nos lleve por un viaje cundido de viajes llamados libros. Posiblemente lo imposible. Caricia irreverente. Misterio de lunas llenas. Caminos, sobresaltos, vida. Calma y turbulencia. Sí, vivir lo que no hemos vivido; ser lo que no hemos sido. Hablo de una pequeña ciudad de papel: la Feria del Libro 2018 en su XV presentación.

Nuevamente me encontré con un programa prometedor, ahora con la fascinante visita de Francia como invitado de honor. ¡Cuántas letras que compartir! Preparemos agenda para el viaje menos costoso de nuestra vida, del 12 al 22 de julio.

Desde su origen, Filgua ha sido una plaza en la que conviven la exhibición y venta de libros con actividades culturales dedicadas a la diversión, la educación, la capacitación continua de profesionales del mundo del libro y la promoción de la lectura. Auténtico ejercicio de humanización. Más importante que nunca porque de nosotros, solo de nosotros depende democratizar la cultura.

Según cuenta Raúl Figueroa, presidente de la feria, el esfuerzo consiste en impulsar el mundo de las ideas, de la información, de la promoción del desarrollo nacional de mercado del libro. Del intercambio con 50 académicos de la región. Podremos recorrer 157 stands dedicados a lo más reciente de la producción editorial nacional, centroamericana e internacional. Podremos contemplar el VIII Concurso Interescolar de Lectura; Filgua niños; actividades de formación dirigidas a maestros, estudiantes de magisterio, padres de familia y promotores de lectura. También el III Concurso Nacional de Bibliotecas Públicas para generalizar el acceso a los libros, hasta ahora, tan limitado; talleres, visitas de escolares, encuentro de escritores centroamericanos. Filgua cine con un amplio programa e incluso, Filgua música y presentaciones de novedades editoriales nacionales e internacionales.

Seguro que habrá novedades literarias, formativas y culturales para todas las edades y gustos. Suena bueno, ¿no? ¡Aplaudamos lo bueno!

No sé si usted ha asistido a otras ferias de libro, en distintos países… Pero esta, la nuestra, perfila fantástica. Un chance para caminar sobre el planeta, engullir imaginación, historia, ficción, drama, suspenso, romance y todo aquello que dignifica ese mundo de los pensamientos. Nos pertenece a todos, porque todos tenemos el derecho a ese baño de papel. Y de nosotros depende que así sea.

Referencia: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/06/27/filgua-no-se-la-pierda-2/




Sobre independencia judicial

De vital trascendencia.

Anabella Giracca /

“Una judicatura de integridad inobjetable es la institución básica y fundamental que garantiza la vigencia de la democracia y la legalidad. Incluso cuando fallan todas las protecciones, un poder judicial de esas características ofrece al público un baluarte contra los atropellos a los derechos y libertades garantizados por la ley”. (Prefacio, “Los Principios de Bangalore sobre la Conducta Judicial”).

Luego de todo lo que hemos vivido; luego de la débil justicia subastada, ultrajada, manipulada, vendida, “encoimada”; luego de saber de tantos jueces vilmente atacados y asediados, claramente debemos comprender que los poderes judiciales en cada sociedad, deben evolucionar hacia la consecución y consolidación de su independencia, no como privilegio de los jueces, sino como derecho de los ciudadanos. Porque sí, es nuestro derecho contar con un sistema de justicia libre, que sea accesible, eficiente y previsible.

La propia Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce como fundamental el principio de que toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial.

Hay que insistir una y otra vez en que la independencia no se trata de un privilegio, sino de una responsabilidad vinculada a las funciones jurisdiccionales. El núcleo central del principio de independencia judicial es la total libertad del juez para conocer de las causas sometidas al tribunal y decidirlas. Debe ser tan libre, que tiene que lograr muchas veces ser libre de sí mismo: jamás cargar una decisión con sus propias convicciones personales. Es decir, debe ser además, imparcial. Pero ningún juez o jueza puede intentar ser imparcial si no cuenta antes con la independencia. Se complementan, sí, pero no puede haber verdadera democracia sin jueces soberanos. Y eso, me parece que nos compete a todos refrendarlo.

La confianza de la sociedad es esencial. Por ende, la percepción pública de la independencia judicial también es fundamental. Romper en nuestro imaginario, tan deteriorado, con la idea de una justicia siempre a merced de fuerzas e intereses provenientes de la oscuridad. Es hora de exigir colectivamente y de apoyar reformas sustanciales que nos garanticen libertad. Es hora de respaldar a jueces y juezas valientes, que no están a la venta.

Después de toda el agua que ha pasado debajo del puente, ¿se da cuenta de que los jueces, a la hora de defender la democracia y el Estado Democrático de Derecho, son funcionarios vitales? (Vital: que da vida).

Referencia: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/06/20/sobre-independencia-judicial/




Hablemos

Anabella Giracca /

Hablemos de vidas que se pudieron haber salvado. De aldeas enteras. Hablemos del más desolado abandono de Estado. Hablemos de la necesidad de una política que vaya de vuelta al humanismo. Hablemos del llanto de todo un pueblo.

En algún medio internacional se han preguntado si la actitud del gobierno ante la tragedia, es a causa de la indolencia, la incapacidad o la irresponsabilidad. Usted juzgue, porque hablamos de un Estado que se debe a nosotros. Este no es un tema de caridad. Aunque cuando no hay prevención, estrategia ni medidas de abordaje, lo que nos queda es eso, la caridad. Donar ropa, zapatos, comida, agua de la manera más solidaria que se haya visto, cuando esa avasalladora fuerza ciudadana también podría aprovecharse en medidas dirigidas por las instituciones responsables, preventivas, rutas de vigilancia, brigadas de atención continua en las áreas más vulnerables del país. En educación, programas, simulacros, gestión de riesgo. Todos involucrados. Todos unidos al servicio de un plan. Pero solo hay vacío. ¿Cuántos habitan los barrancos, las faldas, los asentamientos, las márgenes de los ríos? Hablemos de la indiferencia. Hablemos del olvido.

Lo cierto es que tantos están ahora pagando las culpas de la ignominia. Una vez más. Por muy duro que parezca, contamos con autoridades sumidas en su pequeño mundo, uno sin ventanas ni puertas.

Que esta lección de elegir a un puesto político a alguien que carece de formación, sea inolvidable. Porque la cosa pública tiene que tener más que imagen. Sin formación, capacidad y virtud de ser político para conducir a un pueblo, una persona está imposibilitada para hacerle frente a los grandes desafíos que enfrentamos. Se esconde en el efecto avestruz.

Pero lo peor de todo es que la imposibilidad de gobernar se extiende a las demás instituciones. Es una plaga. Esta misma falta de responsabilidad política se refleja en las personas designadas para ocupar otros puestos, sin dirección. Sin visión política del ámbito que les toca abordar. Y encima de todo, lo confiesan (Ministro de Ambiente confiesa no saber de ambiente). ¿Se dejaría usted operar por alguien que no tiene ni idea de medicina?

Ante nuestra vulnerabilidad ambiental, la estrategia es clave. Obligatoria. La prevención es imperativa. Imperdonable no contar con maneras de protección y reacción inmediata. Es que…, ¡nadie sabía qué hacer! ¡No sabían hacia dónde escapar del horror!

Hablemos de humanismo. Hablemos de lo que pudo evitarse. Compartamos el dolor y, sobre todo, la más profunda indignación.

 

Referencia: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/06/13/hablemos/




La tragedia que conmovió a Guatemala

Luis Fernando Mack /

El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes (Cicerón).

La mañana del domingo 3 de junio parecía como cualquier otro día normal, excepto quizá por la fina arena volcánica que empezó a caer alrededor de las 2 de la tarde.  Muchos de los medios de comunicación ni siquiera se dieron por enterados de que algo estaba ocurriendo, y las autoridades apenas convocaron a una conferencia de prensa para informar del asunto ya empezando la noche.

Las primeras noticias hablaban de siete muertos. Y aunque ya se intuía una tragedia, nadie estaba preparado para comprender la magnitud de lo que había ocurrido. Conforme pasaron las horas, el cuadro empezó a formarse: las dantescas escenas de la tragedia y los testimonios de los sobrevivientes empezaron a divulgarse por las redes sociales y los medios de comunicación, por lo que poco a poco la sociedad guatemalteca despertó del letargo. La que podría llamarse la peor tragedia de los últimos 40 años empezaba a tomar forma.

Con conciencia de lo ocurrido, la solidaridad y la entrega de la sociedad empezaron a emerger con fuerza: los héroes se multiplicaron, las donaciones empezaron a fluir y los voluntarios no dejaron de alistarse para ayudar en lo que fuera necesario. La tragedia había hecho emerger lo mejor de una sociedad que hace muchos años no experimentaba la fuerza de la unión. El dolor no disminuyó, pero la esperanza empezó a tener el rostro de los muchos guatemaltecos dispuestos a poner un granito de arena para enfrentar la tragedia.

Mientras los ciudadanos se organizaban para acompañar y consolar a los damnificados, las autoridades se retrataban de cuerpo entero. La imagen de funcionarios públicos insensibles, incompetentes y oportunistas empezó a delinearse con fuerza. La primera pregunta que hasta la fecha nadie ha respondido satisfactoriamente es qué pasó con el sistema de alerta temprana, cómo fue posible que la tragedia sorprendiera de tal forma a un número aún indeterminado de guatemaltecos indefensos. A la incapacidad institucional para proteger a los ciudadanos se unieron la total desconexión entre los múltiples intentos de enviar ayuda desde el extranjero y la incapacidad gubernamental de recibir y canalizar la ayuda ofrecida. Pero lo peor vendría del Congreso de la República: luego de una breve pausa para aprobar el estado de emergencia, los diputados se aprestaron a seguir discutiendo la aprobación de leyes de dudosa legitimidad, con lo cual mostraron una absoluta insensibilidad a los damnificados. Este cúmulo de hechos desafortunados desde quienes supuestamente representan los intereses de la ciudadanía ha sido suficiente para despertar una conciencia ciudadana de que necesitamos un cambio profundo. Es tiempo de desterrar, de una vez y para siempre, las viejas prácticas políticas revestidas de cinismo, incapacidad y corrupción.

La primera pregunta que hasta la fecha nadie ha respondido satisfactoriamente es qué pasó con el sistema de alerta temprana.

Al final, parece que estamos muy cerca de los pronósticos que desde hace muchos años he escuchado de numerosos analistas y colegas que se dedican al tema político: la idea de que, una vez que ocurriera una catástrofe social, política o económica de gran magnitud —lo que muchos llamaban tocar fondo—, la reacción natural de la ciudadanía sería la de generar un cambio profundo en el sistema político.

Solo hace falta conectar la creciente conciencia ciudadana que ha emergido a una vigorosa opción ciudadana que pueda encaminar a nuestro país a un futuro cualitativamente diferente, ahora que estamos a las puertas de un nuevo proceso electoral. Tengo la confianza de que esa opción empieza a delinearse desde el Movimiento Semilla, un proyecto que, de forma imperceptible pero constante, ha ido sorteando los obstáculos que ha encontrado para empezar a delinearse como una opción ciudadana que supere la grave crisis que aqueja a Guatemala.

Guatemala realmente necesita una esperanza en estos momentos difíciles.

«A menudo, en los más oscuros cielos es donde vemos las estrellas más brillantes» (Richard Evans).

 

Referencia:https://www.plazapublica.com.gt/content/la-tragedia-que-conmovio-guatemala

 




Niñez al margen

¿Indignación como ira, o como vergüenza? 

Anabella Giracca /

Para acercarse a la posibilidad de un crecimiento integral y sostenible, una sociedad debe al menos comprometerse con su niñez. Pasa por un deber planetario que hoy ve en ella un valor merecedor de la más alta dedicación. Esto representa un ejercicio social capaz de desmontar la estigmatización y los prejuicios. En pocas palabras, rescatar nuestra humanidad. Acá no se trata de masificarnos todos bajo un mismo molde, sino de democratizarnos. Y para ello no hay forma más franca que amarrar nuestro abrazo y empezar a pensar en los niños. Pero al parecer, estamos en la era del hielo cuando de nuevo nos enfrentamos a cifras desgarradoras que no pueden, no deben bajo ninguna circunstancia, pasar desapercibidas. ¿Cómo puede ser posible que aquí los niños pierdan su infancia?

Un informe reciente de Save the Children generó este titular: ¿El peor país para ser niño?(Prensa Libre, 2/6/2018). Son tres los índices o aspectos sociales en los que se enfocó el estudio. Y Guatemala genera cifras alarmantes en materia de explotación laboral infantil, exclusión educativa y matrimonios infantiles. Por ejemplo, tan solo en el primer trimestre de este año se reportaron 325 embarazos de niñas menores de 14 años. En cuanto a escolaridad se refiere, al menos uno de cada cuatro niños no asiste a la escuela. Pero según un experto entrevistado en este tema, Leonel Dubón, 4.2 millones de niños están fuera del sistema educativo. Si además de esos tres factores tomamos otros indicadores, se entiende por qué aquel lastimero titular ofrece básicamente una respuesta con su propia pregunta. La impunidad en temas de niñez está por arriba del 94 por ciento. Casi la mitad de todos los niños guatemaltecos menores de cinco años sufre desnutrición crónica; 30 por ciento es la tasa de mortalidad infantil; ¡126 niños han muerto por estrangulación, decapitación, balas o arma blanca hasta marzo de 2018! ¿Cómo puede calificarse una sociedad en donde se decapitan o se estrangulan a sus niños? Un Estado democrático está obligado a proteger a su niñez, a garantizar medidas de largo alcance de prevención, educación, salud. Servicios básicos capaces de garantizar la equidad, porque jamás olvidemos que un Estado que discrimina a través de su atención desigual, está condenado al fracaso. Hoy, los niños pagan con su vida la crueldad sistemática de un Estado que abandona. Un Estado racista que permite que sean los niños indígenas quienes viven peor. Y esa tragedia sostenida, nos tiene que indignar. ¡Mucho!

 

Referencia: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/06/06/ninez-al-margen/




Banca estéril

Félix Alvarado /

Hace un par de semanas, ¡al fin!, el Movimiento Semilla obtuvo una cuenta de banco para recibir donaciones.

Por casi dos años, ni un solo banco quiso abrirle a Semilla una cuenta por considerar a dicha organización una «persona expuesta políticamente». A pesar de ser la banca un servicio público, así esté en manos privadas. A pesar de no figurar los comités proformación de partido en la lista de tales personas y de que la responsabilidad de los bancos es «identificar y conocer a sus clientes», no ignorarlos. Y no solo a Semilla.

Revisemos. En una economía moderna, cualquier transacción incluye tres hechos. Primero, la transacción real: Juan le vende a Pedro una gallina, que cambia de manos. Luego, el movimiento del dinero que Pedro le da a Juan por esa gallina. No es trueque, en el cual Pedro entregaría otro objeto real (una camisa, por ejemplo), sino simbólico. Pedro le entrega a Juan unos papelitos con números. Gallina por números.

Finalmente está el registro de la transacción. En la modernidad, el registro es simbólico: la contabilidad de Juan anota «una gallina menos» y «Q75 más». Y con Pedro, al revés. Es fácil confundir esto con el segundo hecho, pero, mientras el dinero cambia de manos, el tercer momento solo lo registra.

En última instancia, es el primer hecho el que cuenta. Lo importante es la gallina. Los billetes y la contabilidad no ponen huevos. En segundo lugar, importa el dinero, que sirve para iniciar otras transacciones reales. Con el dinero de la gallina Juan compra una camisa de verdad. Aun el banquero, que vive de comprar y vender dinero, cambia lo ganado por cuadros de Van Gogh. Solo el idiota —otro nombre para el avaro— se conforma con aumentar su dinero y quiere morir con el máximo posible de este.

No entender esto es perder de vista lo importante que, repito, es la gallina. Pagar por ella es necesario. Y registrarlo ayuda a llevar cuentas, nada más. Sin embargo, como aprendió duramente Semilla, los bancos han perdido de vista esta obviedad. Y no estorban solo a Semilla. Estorban a cualquiera que hace negocios, desde el dueño de la carreta de shucos hasta el inversionista global. No es que los bancos no quieran traficar con riesgos políticos. Es que no quieren traficar.

Lo importante es la gallina. Los billetes y la contabilidad no ponen huevos.

Todo se resume en una palabra: no. ¿Puedo abrir una cuenta? En principio, no. No hasta que traiga un fajo de documentos. ¿Quiere abrir otra cuenta? No. No hasta que traiga de nuevo todos los mismos documentos (parece que los bancos no confían en sus propios registros). ¿Quiere abrir una cuenta en dólares? No. No se puede si antes no ha abierto una cuenta en quetzales. Y no. No la puede abrir a menos que pase seis meses con la cuenta en quetzales. Y si no mueve la plata, le desactivamos la cuenta.

Tanto ahínco en la denegación de servicio es explicado con que eso combate la corrupción y el narco. Esto es absurdo. Para cuando alguien busca depositar dinero (que responde al segundo de los tres hechos mencionados arriba) ya realizó la transacción real —legal o ilegal— que generó ese dinero. Lo único que se consigue con estorbar la apertura de cuentas es que el dinero ilegal e incluso el dinero legal circulen de manera informal. Y va la DEA a perseguir fardos de billetes pudiendo controlar flujos digitales.

Combatir el lavado de dinero y la corrupción no requiere estorbar la bancarización. Requiere identificar e investigar las transacciones ilegales y dolosas. Esto se facilita captando a todo mundo en la banca. Es investigar a los usuarios, sí, pero como hecho real, no cumpliendo requisitos que solo certifican que alguien tuvo acceso a una fotocopiadora. Primero hay que meter el dinero en la economía formal, hay que bancarizar a todo mundo: políticos, comerciantes, ciudadanos.

Al dificultar la apertura de cuentas, los bancos meten la cabeza en la arena, se eximen de prestar el servicio público del que son responsables y contribuyen a que el dinero, tanto limpio como sucio, circule informalmente. Sin pagar impuestos, sin potenciar la inversión. La Fundesa y su índice Doing Business, el Movimiento Semilla, el vendedor de shucos, el fisco y los anticorruptólogos de la Embajada tienen en esto causa común. Y para la Superintendencia de Bancos, entiendan: no basta emitir normas contra el lavado de dinero. Hay que democratizar la banca. Asegurar que los ciudadanos abran cuentas de banco y pongan su dinero en ellas. Luego podrán perseguirlos, si se lo merecen.

Referencia: https://www.plazapublica.com.gt/content/banca-esteril




De la crisis a los maestros que necesitamos

Daysi Caal /

Soy docente, esta experiencia me lleva a entender varias situaciones complejas en el ámbito educativo. No considero que esté mal pelear por un salario que corresponda a la ardua labor que algunos docentes hacen, sobre todo  los que se esfuerzan en llegar hasta las comunidades más lejanas.  Aunque hay algunos que nunca ponen un pie en la escuela y “no hacen anda”, esto no es indicio a que todos seamos malos. Sucede que algunos critican la educación desde lo subjetivo, desde las percepciones personales.

Nos falta entender a la Educación como una ciencia.
El hecho de criticar a las masas andantes detrás de un fantoche que organiza marchas, no nos hará mejorar la situación. Considero que hay tres aspectos que no están funcionando:

Primero, educar retomando el “edúcales o padécelos”. Cuando estudiaba la carrera de Magisterio, ya se estaba implementando el uso de competencias, que en su momento no entendí, sino hasta la aplicación en la práctica y la llegada a la universidad donde tuve algún buen docente que me educo a manera que pudiera ser consistente en mis ideas y en querer hacer las cosas bien. Pero hoy en día veo a algunos compañeros docentes perdidos en el uso del CNB (Currículo Nacional base)  por dos situaciones: o porque no les fue claro el aprendizaje y están sufriendo de ignorancia por no ser autodidactas y así mejorar. O aún peor,  porque se les fue enseñado como correspondía pero no lo aplicaron. En ese caso, la culpa es de los maestros.

Montaigne dice que “el niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso entender”. Ese fuego que sea luz para otros, y que no se quede en el mal de la ignorancia. Lastimosamente, tenemos muchas deficiencias en la educación, pues se debe educar desde la individualidad de cada estudiante para capacitarlo en la construcción de su propia existencia. Quizá ello sea el mayor desafío que como seres humanos nos toca enfrentar ya que si esto no se logra, no se logra orientar la educación hacia el desarrollo de la persona.

Segundo: el sistema.  La educación en nuestro país, tiene rasgos desastrosos desde el sistema político y legal. Aunque tengamos políticas geniales, no somos capaces de exigirlas. Por ejemplo, en la Ley de Educación, se habla de formar seres integrales y capaces de hacer ciencia, tecnología y otras áreas. Sin embargo, hay un gran vacío porque no se cuenta con docentes especialistas  que puedan trabajar en áreas como Expresión Artística, Filosofía o Matemáticas, la cuales están siendo atendidas por profesores en enseñanza media sin verificar su perfil de egreso. Otro ejemplo, es que dentro de las políticas educativas de este gobierno, se habla de cobertura pero en la realidad, hay docentes que atienden grupos de 30 hasta 50 estudiantes por grado. 

Agregándole a esto, tenemos un grupo empresarial que exige 180 días de clases detrás de un escritorio, cuando no conoce las condiciones de las comunidades y las precariedades que se tiene. No es que esté en contra, pero hace falta mucho más que fiscalizar, teniendo la oportunidad de implementar otras estrategias para coadyuvar a mejorar y dar calidad educativa.

El tercer aspecto es el técnico. Suelo ser romántica al decir que la educación puede ser motor de cambio para un país. Pero en esta parte, no se debe hablar románticamente sino desde la realidad. Venimos fallando desde las estrategias planteadas para mejorar la calidad, hasta el hecho de decir que se debe “dignificar al magisterio”. Veámoslo en los resultados que estamos obteniendo en las pruebas diagnósticas, los resultados son preocupantes. Hemos caído en el subjetivismo cognitivo y moral con el pretexto que la educación es para la realización y la felicidad de cada individuo (en dado caso para conseguir un empleo).

El problema en resaltar la individualidad aplastante es que se rompe con el sentido humanístico que como técnica debemos mantener nosotros los docentes. Somos solo algunos docentes autónomos los que lo hemos aprendido y deseamos hacer “algo para mejorar o corregir ciertos vicios” aunque nos vean como los malos del cuento.

Sé decir que no me gustan los comentarios que leo en las redes diciendo que los maestros somos huevones y no sé qué otra cosa más. Pero la realidad, es que no nos enseñaron a ser buenos profesores y profesoras. Algunos pasamos de panzazo y no lo digo por la notas, sino porque no nos enseñaron a pensar, a ser un tejido fuerte capaz de comprender diferentes personalidades y desarrollar la inteligencia emocional.

La sociedad dice mucho de los maestros, pero también le corresponde como padres de familia, miembros de comunidades y organizaciones, no solamente fiscalizar el tiempo sino también los contenidos y las aplicaciones de los fines y principios de la educación. Siendo congruentes, necesitamos promover una actitud colectiva, donde todos en conjunto exijamos y hagamos una transformación educativa desde las estructuras organizacionales hasta el sistema.

“Hay mucho por hacer, debemos capacitarnos, ser autodidactas y creer que podemos aun dignificar al gremio magisterial, no solo por un pacto colectivo; sino por la calidad educativa. Pero nos corresponde a todos”.

Referencia: http://brujula.com.gt/de-la-crisis-a-los-maestros-que-necesitamos/




Zona de adyacencia, el caso de Belice-Guatemala

Juana Margarita Guerrero Garnica /

El 15 de abril de 2018 se llevó a cabo el referéndum en Guatemala para decidir si los Estados de Guatemala y Belice se sujetarán voluntariamente a la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para resolver el diferendo territorial del «zona de adyacencia», que abarca 11.030 kilómetros cuadrados más salida al mar y área insular de los 22,966 kilómetros cuadrados del territorio beliceño.

Dicha consulta se ha realizado en medio de un ambiente de incertidumbre, desconocimiento y desinformación. La mayor parte de la población no sabía que habría un plebiscito y tampoco había claridad sobre su objeto.

Por otro lado, Guatemala se ha caracterizado por ser un país con baja participación electoral. Con datos preliminares del TSE (92,62% de votos válidos al 16 de abril), de los siete millones y medio de guatemaltecos empadronados (de una proyección de 17 millones de habitantes), el 73,67% se abstuvo de votar. Del 26,33% que votó, 95,87% optó por el Sí y 4,13% dijo No.

Fuente: Prensalibre

Antecedentes
Aunque Belice fue reconocido como Estado en 1981 por la ONU y por Guatemala diez años después, el conflicto se remonta al Tratado de París (1783) mediante el cual España cedió a Gran Bretaña parte del territorio de lo que hoy es Guatemala. De ahí la discrepancia entre los expertos respecto a si Guatemala reclama solamente la zona de adyacencia o el territorio beliceño en su totalidad.

Desde el siglo XIX han existido múltiples intentos por resolver el conflicto: que Guatemala cediera el espacio a cambio de una compensación que incluía que Gran Bretaña construyera una vía de comunicación desde la capital guatemalteca hasta la frontera beliceña; se intentó asimismo acordar ceder el espacio a cambio de una compensación económica; otra vía propuesta fue someterse a un arbitraje internacional. En ninguno de los casos se llegó a un acuerdo.

En 2002, aceptando las recomendaciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) surge una comisión tripartita conformada por Belice, Guatemala y Honduras para establecer las fronteras marítimas, pero tampoco logró acordarse nada. En 2008, finalmente, se firmó el «Acuerdo especial para someter el reclamo territorial, insular y marítimo de Guatemala» del que deriva el plebiscito del 15 de abril.

Este ya intentó realizarse en 2013, pero fue suspendido mediante una inconstitucionalidad planteada ante la Corte de Constitucionalidad en virtud de las inequidades existentes en el Protocolo del Acuerdo en cuanto a las condiciones para que la consulta fuera válida en ambos países. Dichas diferencias se resolvieron, acordando que en ambos países el referéndum sea válido con el voto por mayoría simple.

En caso de que en ambos países la mayoría vote por el Sí, será la CIJ quien decida qué pasa con el territorio disputado; la sentencia será inapelable. Si en ambos países o en uno de ellos gana el No, entre las opciones está repetir el referéndum o buscar otras vías de resolución del conflicto.

Los que llaman a votar y los que llaman a no votar
En medio de la confusión se ha llamando a votar y a no votar. Quienes llamaban a votar por el Sí lo hicieron señalando, entre otras razones, que es tiempo ya de resolver el conflicto, sobre todo por la necesidad de definir fronteras claras que brinden certeza jurídica a los ciudadanos de ambos países. También porque el conflicto se ha utilizado repetidamente como cortina de humo para desviar la atención de problemas coyunturales y para erogar fondos del Estado innecesariamente. Quienes llamaban a votar por el No lo hicieron aduciendo la desinformación que había sobre el referéndum.

Asimismo, hay grupos conformados por mayorías excluidas que han llamado a no votar, entre ellos la Coordinadora para el Desarrollo Campesino (Codeca) y el Colectivo Región Norte. Este último, conformado por mayas qeqchíes que señalan que nunca se ha tomado en cuenta la opinión de los pueblos q’eqchi’, mopán y garífuna que ancestralmente habitan la Región Norte (que incluye la zona de adyacencia) para la resolución del conflicto.

Cortina de humo y postura de Belice
Estratégicamente, el referéndum se ha realizado en Guatemala en medio de la elección del fiscal general de la República y jefe del ministerio Público, que por las circunstancias actuales podría significar un retroceso en la lucha contra la corrupción. En Belice, donde hay igualmente llamados a votar (por el Sí y por el No) y a no votar, ni siquiera han establecido una fecha para llevar a cabo el plebiscito.

Pese a las consultas populares, el conflicto está lejos de resolverse, aun sometiéndose a la jurisdicción de la CIJ, pues se trata de un proceso judicial complejo, largo y oneroso. Mientras tanto, la consulta ha costado a Guatemala 30 millones de euros que podrían haberse utilizado para solventar problemas estructurales en las áreas de salud, educación, seguridad y justicia, y que podrían haberse ahorrado llevándola a cabo en 2019, el mismo día de las elecciones generales.

Referencia: https://www.politicaexterior.com/latinoamerica-analisis/zona-adyacencia-caso-belice-guatemala/




Juventud al matadero

Karin Slowing /

Según las proyecciones que derivan del caduco censo 2002, actualmente somos como 16 millones de personas en Guatemala. Más de la mitad es población joven: Aproximadamente 5.6 millones de niños y niñas entre 0 y 14 años; y otros 3.5 millones de jóvenes entre 15-24 años.

Desde el punto de vista demográfico, una estructura de población como la nuestra es una ventaja para impulsar el desarrollo de un país, 3.5 millones de jóvenes que formarían lo que se denomina el “bono demográfico”: esa gente que debería estar llamada a impulsar la economía, a regenerar la sociedad y que ahora, también queremos que se involucre para transformar la política.

Un sueño lindo, pero con poco asidero real, partiendo del hecho que la mitad de la niñez tiene desnutrición crónica; que 700 mil niños trabajan desde muy tierna edad, y la mayoría (60%) ni siquiera recibe remuneración, pero igual ayudan a que sobreviva la familia. Somos una sociedad donde de cada 10 niños en edad escolar solo cinco están matriculados en preprimaria; 7.5 de cada 10 se matriculan en primaria y, si logran mantenerse dentro del sistema, deben hacer la hazaña de aprender habilidades de lecto-escritura y aritmética básica con el estómago medio vacío.

En este contexto de precariedad, algunos logran completar la primaria y transitan al ciclo básico. Nuestra Constitución dice que 9 años de escolaridad debería ser el mínimo para todos. Sin embargo, solo 4 de cada 10 jóvenes se matriculan en básicos y 2 de 10 en el diversificado. Casi un millón de jóvenes entre 13-18 años están totalmente fuera del sistema educativo. De ellos, ya sabemos que su futuro está marcado por la reproducción de otro ciclo generacional de exclusión.

 
¿Qué pasa con los “afortunados”? ¿Los que pudieron completar su educación media? ¿Tienen acaso una vida diferente? Claudia Gómez, la joven migrante asesinada en la frontera norteamericana por un guardia de ICE, nos diría que no. Para algunos de ellos al menos, las oportunidades no son muy diferentes de quienes no tuvieron educación.

¿Qué haces si a pesar de educarte, cada vez hay menos garantías de que habrá acceso a oportunidades laborales? Claudia era graduada de educación media, una contadora. Para nuestro estándar educativo, era una joven ya preparada para trabajar, pero no tuvo la oportunidad. “No hay empleo —dicen— solo para los recomendados”. Así de precaria es nuestra economía. Las oportunidades se mueven por estratos, por circuitos de redes y relaciones.

¿Qué hace una joven si el acervo educativo que le dio el sistema no le alcanzó ni para pasar los exámenes de la USAC?; si su familia no tiene los medios para pagarle una universidad privada. Menos del 10% del total de jóvenes que se gradúan de educación media acceden a la educación superior. Cansados estamos de escuchar año tras año, que solo unos 120 mil graduados tienen oportunidad de entrar al mercado laboral. ¿Qué futuro les queda entonces a jóvenes como Claudia? Sumergirse en la economía informal, migrar, ingresar como lugartenientes de la economía ilícita, embarazarse y reproducir el ciclo, o, como le pasó a ella, convertirse en carne de cañón a sus escasos 20 años.

No tengo duda que la política migratoria norteamericana está deshumanizada. Pero me duele más ver que quienes mueven los hilos de la economía nacional y tienen el poder de cambiar estas situaciones, no hacen nada al respecto. Acá se prefiere que la juventud corra el riego y llegue al matadero, antes que ceder un ápice en los privilegios. Hoy pienso en Claudia y su fatal destino, y evoco a esos otros miles de jóvenes que lo seguirán intentando hoy, mañana y cada día, hasta que nuestro país cambie y les dé una oportunidad.

 
karin.slowing@gmail.com




¡Ah muerte tan silenciosa!

Es un tema de conciencia.

Anabella Giracca /

Recordar la muerte inclemente y feroz que ha sufrido la población guatemalteca es acertado. Es necesario, aunque a algunos les moleste. Recordar y recordar. Aprender del pasado. Jamás repetir. Pero acá hemos gastado mucho odio y energía en ocultar y hasta minimizar la historia perversa que nos demarca. Hemos sido víctimas del silencio. “Ah muerte tan silenciosa, déjame vivir un día”. Muerte que asecha y que se esconde detrás de tanto espejo roto.

Berlín, por ejemplo, recuerda su historia en cada esquina. Museos, monumentos afloran de las calles, contando a gritos las millones de vidas sacrificadas por el odio, el racismo, la guerra. Los niños aprenden de su pasado sin miramientos; les enseñan a desarrollar pensamiento crítico; a “historizar” los hechos para sobrevivir en un mundo que, de muchas maneras, aún insiste en el racismo y la muerte. Si no me cree, basta con revisar noticias. Deleznable lo que ocurre en las fronteras del Norte a causa del racismo y la xenofobia. La migrante indígena guatemalteca, Claudia Patricia Gómez, fue asesinada en Laredo, Texas, por una patrulla fronteriza. ¿Hay que olvidar? ¡Jamás!

Aunque parezca verdad de Perogrullo, el sistema educativo no se reduce a sus asuntos administrativos o de enseñanza. También está hecho para recordar, para formar identidad y pensamiento colectivo.

El caso Molina Theissen se volvió ejemplar. Paradigmático. Por las décadas de lucha de esas mujeres valientes que alcanzaron no solo hacer justicia, sino abrir de nuevo los ojos de una población dormida.

El tribunal ordenó recordar. Prohibió olvidar. Como parte de las medidas de reparación hacia la familia, distintas instituciones deberán crear documentales, edificar monumentos e implementar acciones para recordar los crímenes cometidos en contra de los hermanos Theissen que, a su vez, son reflejo de miles y miles más…, de pueblos enteros. También se ordenó que el Mineduc produzca textos educativos que recuerden la desaparición forzada durante el conflicto armado interno. ¡Bravo!

Apostar por la transformación del conocimiento es la clave. Comprometernos con una historia común y estar convencidos de la posibilidad de cambio. Recordar para no repetir. Esclarecer. Velar por la lealtad al sistema democrático y al imperio de la ley. Convivencia y proyecto compartido: reconocer la verdad que, con sus múltiples hilos, nos une. Es un tema de conciencia, de valores éticos y públicos que nos permitirían vivir y crecer en sociedad. En paz.

Ni una Claudia Patricia, ni una Emma Guadalupe, ni un Marco Antonio más. ¡No más!

Referencia: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/05/30/ah-muerte-tan-silenciosa/