1

Érase una vez

Anabella Giracca /

 

Un país de papel…

“Si hubiera más políticos que supieran de poesía, y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco más amigable”. Me encanta ese dicho, y lo comparto porque acá la política perdió esa humanidad sensible, abandonó su esencia, se convirtió en un costal atiborrado de intereses personales, confrontación, corrupción y vendajes. En un enredo de complotistas. La política extravió su corazón. Ya nada cuadra en este territorio tan conmocionado de volcanes, cordilleras y ríos largos. Unos le llaman caos, “algo va a pasar”. Y la verdad es que siempre se oxigena la crisis.

Quienes están llamados a garantizar la unidad, la concordia, la fraternidad, hoy se suben a su escenario para confrontar, retar, mostrar su intolerancia. Buscan aliados desesperadamente en lugar de dedicar su tiempo para lo que fueron electos: articular acciones necesarias en función del bienestar común. Y mientras tanto el hambre sigue su ruta de dolor, la muerte continúa visitando a mansalva, la pobreza permanece sentada en su silla de primera fila, la desigualdad…

¿Cómo recuperarnos? La mala política solo se puede limpiar desde la política. Desde el servicio público honorable. Desde cuadros serios, capaces y comprometidos. Pero como ciudadanos también debemos de cambiar, fiscalizar, involucrarnos y exigir colectivamente respuestas coherentes. Escoger programas y no rostros; equipos y no imágenes vacías; ideólogos y no cascarones. La política que necesitamos es una conformada por personas que jamás pierdan la vergüenza y por servidores que, al servir, jamás pierdan el respeto. Por una buena formación cívica…, ¿por qué no hacerlo?

La verdad, es que el Estado se ha desconfigurado. Se quedó sin aire. Perdimos humanidad.

El Congreso es cosa perversamente extraña, por ejemplo. Son tantos los que resultan sumándose a pactos y tratados oscuros; tantos que transan y maquinan para encontrar sus salidas a costa de todo y de todos. Un diputado se pone a hablar y generalmente no dice nada. Encima, nadie le escucha pero, después, todos están en desacuerdo. Es como si navegaran en barcos de papel en medio de una tormenta. Tan fácil hundirse.

Sin duda que la política es demasiado seria y puede ser demasiado buena como para dejarla tantas veces en manos de bandidos. Es más, la política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano guatemalteco. Con más poetas y menos insensibles. Con arrestos. Entusiasmo, esperanza… Y poder decir: érase una vez, un país de acero.

Columna de opinión tomada de El Periodico
Ver texto original: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/05/09/erase-una-vez/




Cómo pasó Semilla de grupo de análisis a querer competir en las elecciones

Alberto Padilla / 

Semilla nació en 2014 como grupo de análisis. Ahora trata de constituirse en partido político para participar en las elecciones de 2019. Su propuesta es reformista y una de sus referencias clave, la recuperación del Estado. Dos de sus hándicaps son ser visto como un movimiento de izquierdas y ser considerado un equipo de élite vinculado a la academia. Su reto: completar unas exigencias legales pensadas para cerrar el paso a nuevas propuestas partidarias.

El 13 de febrero de 2018. Samuel Pérez Álvarez, de 25 años, secretario general del Movimiento Semilla, tiene una mañana frenética. Son las nueve en una pequeña sede de la zona 1 de la capital. Sobre una mesa, un desayuno frío. Si alguien lo tocó fue para abrirlo, pero olvidó darle un bocado. No hay tiempo. Los celulares, el de Pérez y los de tres de sus colaboradores, suenan cada cinco minutos. Es una especie de gabinete de crisis, importunada por un periodista con el que Pérez había fijado una cita sin saber que aquella no iba a ser una jornada habitual. Aquel día, martes y 13, era detenido Juan Alberto Fuentes Knight, uno de los fundadores de Semilla. Está sindicado por el denominado caso Transurbano debido a su participación en el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012), actualmente encarcelado en Mariscal Zavala, del que formó parte como Ministro de Finanzas Públicas en los primeros dos años de mandato. Mal asunto para Fuentes Knight y mal asunto para un movimiento con apenas cuatro años de existencia, que ha convertido la lucha contra la corrupción en una de sus principales banderas y que aspira a convertirse en partido político que compita en las elecciones de 2019.

Horas después, todavía en bartolinas, Fuentes Knight dejó Semilla para no perjudicar al movimiento. Permaneció en prisión 20 días, hasta que pagó una fianza de Q500 mil para pasar a arresto domiciliario.

La detención de uno de sus dos promotores (el otro es el sociólogo Edelberto Torres Rivas) es una dificultad añadida para un grupo que quiere ser partido pero que está en una carrera contrarreloj. Tiene que lograr 23.500 adhesiones. Tiene que estructurarse en 50 municipios en 12 departamentos diferentes. Tiene que lograr financiamiento. Tiene que eludir los estigmas de ser visto como izquierdista y ser visto como académico capitalino en un país con amplias capas de población campesina e indígena y que mira a la izquierda con recelo.

No es fácil dar el salto a la política partidaria en Guatemala. En el caso de Semilla, se trata de pasar de la teoría, que es donde mejor se movían sus primeros integrantes, a la práctica. Algo así como transitar del idealismo de la República de Platón al barro del Príncipe de Maquiavelo. En caso de que algo se tuerza o no den los números, el plan B que algunos proponen es que, al menos, las ideas y algunos de sus equipos puedan incidir a través de acuerdos con otras formaciones políticas.

Pero eso es adelantarse demasiado.

Somos generaciones que no sufrieron la represión fuerte de la guerra, que ya no tienen miedo”, explica Samuel Pérez sobre la proyección de Semilla. A esto le suma una “desconfianza hacia los partidos tradicionales”. Sin embargo, sus principales promotores no eran desconocidos en los asuntos públicos. Ni por ellos mismos ni por linaje familiar. Fuentes Knight fue ministro con la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), Torres Rivas integró el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) aunque evolucionó hacia posiciones críticas con los partidos marxistas y ha trabajado en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; Bernardo Arévalo fue diplomático y es hijo de Juan José Arévalo, presidente tras la revolución de 1944. Patricia Orantes fue secretaria de Planificación y Programación en el gobierno de Óscar Berger, Otras, como Irma Alicia Velásquez Nimatuj o Ligia Blanco, poseen una trayectoria más académica, pero con proyección pública.

Samuel Pérez, secretario general del Movimiento Semilla.

En 2015 se sumaron al grupo jóvenes que se involucraron en la política tras las históricas protestas de aquel año.

La evolución de Semilla ha sido rápida. De grupo de discusión informal, casi una reunión de amigos con vocación de pensar el país a largo plazo, a “movimiento social”, como ellos le llamaron. De movimiento social, a proyecto de partido, lo que implica pasar por la fase de grupo promotor y comité pro-formación, el actual estado.

La posición política también ha sido objeto de debate. Como definición general, estamos ante un proyecto progresista en su sentido amplio. No se decantan por un modelo concreto. Más “reformista” que “revolucionario”, el colectivo pone énfasis en ideas como la “equidad”, la “democracia” o el “pluralismo” en un Estado eficaz. Una socialdemocracia pensada desde ciertas élites y adaptada al contexto de Guatemala que atrae también a individualidades que se definen abiertamente de izquierdas o incluso liberales.

En un plano histórico, Semilla es una cara de la moneda del salto a la política activa de un sector de aquellos disconformes que se manifestaron en 2015, durante las protestas que vieron caer al entonces presidente, Otto Pérez Molina, y su vicepresidenta, Roxanna Baldetti. Los mismos que en septiembre de 2017 retomaron la plaza contra el denominado “pacto de corruptos”. Al menos, los que se manifestaron en la tarde del 20 de septiembre, cuando el paro tuvo un carácter más urbano. La otra cara de la moneda sería el Comité de Desarrollo Campesino (Codeca), que también participa en la creación de un “sujeto político” y que, junto a otros movimientos indígenas y campesinos, caracterizó el paro en sesión matutina.

Grupo, movimiento, proyecto de partido
Todo empezó en 2014. Torres Rivas, sociólogo, y Fuentes Knight, economista, organizan un grupo para analizar la situación política y social de Guatemala. La visión sobre la situación del país era pesimista. “La democracia electoral no estaba resolviendo problemas como la pobreza, la desigualdad o la inclusión de los pueblos indígenas”, dice Carlos Mendoza, otro de sus directivos, que explica que la Semilla original quería ir más allá de la coyuntura. “No era algo contra el Partido Patriota (que en aquel momento se encontraba en el poder, a través de Otto Pérez Molina), sino que abordábamos temas más estructurales, de Estado”, apunta. El primer grupo estuvo compuesto por 14, 15 o 17 personas, según las fuentes. Cosas de la tradición oral, que no siempre es ciencia exacta. “Era interesante, tenía un perfil académico, intelectual, de gente que conoce el Estado”, explica el investigador.

En noviembre lanzan su primera proclama. Un texto publicado en prensa y también repartido al estilo de los panfletos antiguos.

Y en eso llegó 2015.

Llegaron los escándalos de corrupción del gobierno de Pérez Molina y de Lider en el Congreso destapados por las investigaciones del Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).

Llegó el despertar de la ciudadanía en la plaza. (Habría que matizar: de las clases medias urbanas, ya que los campesinos indígenas no han dejado de estar movilizados nunca).

Llegó la construcción de nuevas alianzas políticas y sociales. Por ejemplo, la Plataforma por las Reformas liderada por la Universidad San Carlos, a la que asistían Fuentes Knight y Árevalo. O los encuentros en la Casa Roja, en las que Mendoza, con ironía, reconoce haberse sentido que parecían “de derechas ante los colectivos de izquierdas”.

Si uno quiere influir en la política no puede quedarse en su torre de marfil cuando las cosas están ocurriendo. Y en 2015, las cosas pasaban. Para entonces, Semilla se había definido como movimiento, lo que implica un paso de la reflexión a la acción. Contaban con dos ventajas competitivas importantes ante los diversos grupos que surgían en una sociedad efervescente: las conexiones internacionales y la presencia mediática. Varios de sus integrantes, como Mendoza, y Carolina Escobar Sarti, escribían columnas en diversos medios, entre ellos Plaza Pública.

Lesly Sánchez, 19, lleva 15 días trabajando por el Movimiento Semilla. Es estudiante de bachiller en ciencias y letras. / Simone Dalmasso
Todavía les quedaba un último paso.

“Pasamos de grupo Semilla a Movimiento Semilla. Luego nos dimos cuenta de que Guatemala tiene una larga tradición de movimientos sociales, que un nuevo movimiento urbano de intelectuales no iba a marcar la diferencia. Debíamos irrumpir en el espacio político”, explica Patricia Orantes, secretaria de Organización.

La decisión se adoptó en noviembre de 2015. “La idea era bastante general dentro del grupo. Teníamos un perfil altamente politizado, no cabía duda, no había otra ruta”, dice Orantes. “La decisión se tomó en un par de horas. Aplaudimos y nos fuimos”.

Para entender el paso, tan vertiginoso, de lobby con buenas conexiones a proyecto de partido político, hay que comprender el impacto psicológico que tuvo 2015, tanto para los integrantes de Semilla como para jóvenes activistas involucrados en otras estructuras que ven en Semilla una veta de participación partidista. “Fue un parteaguas en el sentido de definirnos hacia dónde queríamos ir”, dice Mendoza. Antes, sin embargo, habían ganado notoriedad con un planteamiento innovador: la demanda de la renuncia del Ejecutivo y la formación de un gobierno de transición.

“Fue lo que al final ocurrió, pero nosotros lo habíamos planteado con anterioridad”, dice Mendoza, que recuerda cómo “la derecha nos cayó encima calificándonos de golpistas”. Cosa serie en un país con una historia de guerra interna y asonadas militares.

La influencia de las protestas de 2015
Es posible que un elemento que incidiera en la decisión fuese el contexto en el que se celebraron las elecciones del 6 de septiembre de 2015. En sectores de la plaza se popularizó el dicho “en estas condiciones no queremos elecciones”. Semilla también había planteado retrasar la cita con las urnas. Que el gobierno de transición, encabezado por Alejandro Maldonado, debía extenderse hasta la estabilización del país. Pero los comicios se celebraron y, como indica Mendoza, ellos defendían que había que participar. Esta posición generó debate en el seno del movimiento. “Algunos planteaban la opción de no votar, pero eso nos dejaba como antisistema”, dice.

Mendoza reconoce que él no fue partidario en un primer momento de dar el salto. Que abogaba por utilizar la figura del instituto político, recogida en la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Consideraba que Semilla podía convertirse en el reverso progresista de fundaciones como Asies (Asociación de Investigación y Estudios Sociales) o Cien (Centro de Investigaciones Económicas Nacionales). Ambos tanques de pensamiento han sido cantera de cuadros para los diferentes gobiernos sin la necesidad de que sus miembros se enfanguen en la lucha partidista. Al final, la decisión mayoritaria fue la de constituirse como partido. “Hay que entender la emocionalidad que causó 2015”, explica.

¿Qué es lo que explica que en las mismas condiciones y con análisis similares un grupo se lance al vacío y otro se quede en el ámbito de la discusión teórica? Puede tener que ver mucho con las casualidades, el factor humano y la consecuencia de pequeñas decisiones en apariencia intrascendentes. Lo explica Lucrecia Hernández Mack, exministra de Salud entre julio de 2016 y agosto de 2017, dentro del Ejecutivo de Jimmy Morales, y recién integrada a Semilla. Ella, en aquel momento, estaba en Somos, otro colectivo con un germen y una evolución similar.

“Mientras Somos tenía claro que sería partido. Semilla no. Pero Somos no salió de la discusión de plataforma, partido, movimiento social”, indica. Tras abandonar el ministerio, Hernández Mack y buena parte de su equipo constituyó un grupo denominado Tejiendo Democracia, una especie de “partido mediático de cuadros”. Una vez que abandonó la administración, forzada por la decisión del presidente de declarar “non grato” a Iván Velásquez, comisionado de la Cicig, mantuvo encuentros con diversas bancadas. ¿Cuáles? Se ríe y no responde. Solo admite lo que ya es público, su ingreso en Semilla. Afirma que su motivación es la misma que le llevó a Somos en 2014: “la claridad de que hay que entrarle a los partidos para entrarle al Estado, a los procesos más económicos y sociales”. Dar un salto desde el activismo social hasta los despachos, los lugares en los que se toman decisiones y se ponen en marcha políticas públicas.

Campaña de recolección de firmas en el parque central de Guatemala. / Simone Dalmasso
Las “insuficiencias” de la plaza y el debate entre reforma y ruptura
“Es importante ir a la calle, pero insuficiente”, reconoce Samuel Pérez. En 2015, él era representante de los estudiantes de la Universidad Rafael Landívar y formaba parte de la coordinación de los alumnos que tomaron la plaza. Desde junio de 2017 es secretario general del comité pro-formación del partido Semilla. En su opinión, el ámbito de lo público está necesitado de “dos roles”. Por un lado, la movilización y fiscalización, que corresponde a la sociedad civil. Por el otro, la participación a través de los partidos.

La idea de 2015 como parteaguas está muy presente en los miembros de Semilla. También, las dificultades para que las demandas de la plaza se transformen en políticas públicas. Este argumento, estirado, lleva a la reflexión de que las protestas fueron capaces de concentrar a miles de personas “contra algo” pero no de aglutinarlas en torno a un proyecto.

“La calle está desgastada, está quemada”, considera Hernández Mack, que vivió las protestas desde México. “Se generaron expectativas irreales sobre las manifestaciones. No se iban a cumplir nunca”. En el recuerdo está 2015, pero también las movilizaciones entre el 15 y el 20 de septiembre de 2017. En opinión de la exministra, “el 20 logró que el pacto de corruptos reculara. La calle, los colectivos, tienen capacidad para resistir, pero no de generar cambios”.

El paro nacional lanzó tres proclamas de mínimos: la renuncia de los 107 diputados que habían suscrito el denominado “pacto de corruptos”, la retirada de la inmunidad al presidente, Jimmy Morales, para que sea investigado por corrupción y una nueva Ley Electoral y de Partidos Políticos.

Ninguna de ellas se ha cumplido.

El debate entre ruptura y reforma del Estado existe en el campo progresista como una maldición de Sísifo
Al menos, no como lo reclamaba la plaza. El Congreso debate una nueva normativa que regule las elecciones y las formaciones políticas, pero se han quedado fuera peticiones de los movimientos sociales. Un elemento clave. Como explica José Carlos Sanabria, investigador de Asies, el sistema político está cerrado porque sus actuales protagonistas “no quieren que haya competencia”. Esto genera, a su juicio, un modelo de partidos “autoritarios, centralistas, clientelares”. Vehículos al servicio de intereses del candidato, no de la participación democrática. Como ejemplo, Sanabria explica un informe elaborado por Asies, que revela que, cumpliendo los requisitos mínimos, seis personas en la dirección de un partido pueden controlar el 85% de las listas.

Ese es el terreno de juego en el que tiene que competir Semilla y todo aquel que aspire a convertirse en nuevo partido. Samuel Pérez quiere ver el lado positivo. “Demuestran que algo está cambiando en la percepción de la sociedad”, dice. En su opinión, la transformación se observa en el señalamiento directo de “los caciques locales” en el interior del país. “No se van a reelegir, porque ya no van a votar por ellos. Hay un resquebrajamiento, un cambio en la cultura democrática más de fondo”, afirma. Por eso considera que “la movilización no es necesariamente la única herramienta”. Cree que “hay que salir a las elecciones para completar movilización”.

El debate entre ruptura y reforma del Estado existe en el campo progresista como una maldición de Sísifo.

Lucrecia Hernández aboga por la reforma más que por la ruptura, aunque por mero pragmatismo. “Uno quisiera revoluciones, pero los momentos políticos dan para la reforma”, dice, con una risa de resignación. Esto implica que la posición que defiende se encuentre en un fuego cruzado. “Recibimos de la derecha, por vernos como izquierdistas, y de quienes abogan por la refundación del Estado, que nos ven como cómplices del enemigo”, admite.

Samuel Pérez cita a Alexis de Tocqueville, pensador liberal francés, para considerar que en un contexto de crisis como el que vive Guatemala aparecen tres sectores: el conservador, el radical y el reformista. “En este último grupo nos ubicamos nosotros”, dice. “La propuesta inicial básica es mejorar las instituciones, crear instituciones políticas funcionales, que den resultados. El planteamiento no es refundacionista”, añade. No obstante, matiza que él, “en lo personal”, comprende la demanda, le parece “racional”.

Ninguno se siente cómodo con la etiqueta “izquierda rosada”. El problema de las etiquetas es que uno no las elige y son otros los que las aplican.

¿Cómo se define Semilla?… si es que se define
La definición también supone una complejidad.

“Semilla se ha ido nutriendo de gente de izquierda, socialdemócrata y liberales sociales”, dice Patricia Orantes. Ella se define como alguien de izquierdas, su madre estuvo en la guerrilla, pero considera que hay una ruptura generacional y un quiebre con sectores que empezaron a ver con desconfianza “prácticas poco democráticas” en el campo progresista tradicional. Semilla, dice, “pasó de ser un grupo muy sólidamente identificable y autoadscrito como de izquierda democrática” a constituirse como algo más centrado en la eficiencia del Estado. Dos motivos: “muchos guatemaltecos le temen a las ideologías” y mucha gente tiene ideas formadas sin saber que podrían identificarse con una forma de pensar cuya etiqueta rechazan a priori.

“Lo más importante no es tener una opción claramente definida en términos ideológicos sino fuerte, de darle vuelta al sistema político, de renovarlo. Esto constituye un elemento de unidad nacional, todo el mundo quiere el rescate de las instituciones”, dije Orantes.

En un contexto de crisis generalizada, buscar referentes en el exterior tampoco es cosa fácil. Entre los nombres que se escuchan a los entrevistados: Podemos, en España; Morena, en México; Emmanuel Macron, en Francia; Bernie Sanders, en Estados Unidos. También algunos de los “logros sociales” de gobiernos como los de Bolivia y Ecuador, aunque con dudas hacia la permanencia en el poder de sus líderes, en palabras de Patricia Orantes.

Existe un consenso entre todos los entrevistados sobre la dificultad de definirse políticamente en un país en el que la izquierda es estigmatizada.

“La izquierda es tachada de comunista, de terrorista. El de derechas como facho”, dice Hernández.

Débora Roxana Alonzo, 17, lleva tres semanas en el Movimiento Semilla. Estudia bachiller en construcción. / Simone Dalmasso
2015 también generó una efervescencia social nueva, en torno a Justicia Ya, los movimientos universitarios, Otra Guatemala Ya… Mientras estos grupos ven con mayor desconfianza a las instituciones, aparece Semilla abogando por la vía institucional.

En palabras de Orantes: “Uno supondría que un movimiento limpio, con visión de largo plazo, haría que automáticamente los movimientos sociales se sumasen. Pero la pared con la que se han topado los movimientos sociales por parte del sistema los ha hecho perder la confianza, ya no creen en el sistema. Y nosotros somos parte del sistema, como partido. Hay un proceso de radicalización entre los movimientos sociales, en el mejor sentido de la palabra”.

Debates ideológicos al margen, la decisión de concurrir a unas elecciones obliga también a cuestiones prácticas. En política tienen mucho peso las relaciones personales y ningún grupo está exento de pequeñas pugnas por cuotas de poder, aun cuando estas son todavía limitadas. En un colectivo formado por ilustres, era lógico pensar que también se desaten hostilidades internas. Una fuente explica que en 2016 el grupo fundacional comenzó a desdibujarse. Y esto provocó desconfianza entre algunos de los que estaban desde el principio.

Karin Slowing formó parte del equipo original pero luego abandonó Semilla por cuestiones personales. Asume que ante figuras “emblemáticas” puede caerse en la tentación de “gravitar” mucho a su alrededor. Sin embargo, muestra su confianza hacia las nuevas generaciones.

En la asamblea en la que se constituyó el grupo promotor, celebrada en Quetzaltenango en noviembre de 2016, Torres Rivas fue elegido secretario general. Menos de un año después cedía el testigo a Pérez Álvarez, ya dedicado al comité pro-formación. Pérez señala que su juventud fue uno de los elementos para su nombramiento y dice que nunca se ha sentido desautorizado por ella.

La cuenta atrás de las adhesiones
Lunes 19 de marzo. Nueve de la mañana. Plaza de la Constitución, Ciudad de Guatemala. Alberto Sánchez, secretario de actas del comité pro-formación de Semilla, supervisa el trabajo de un equipo de recepción de adhesiones. En total, ocho personas que intentan convencer, en el brevísimo lapso que le permiten sus interlocutores, de que firmen una hoja de papel. “Hola, buenos días, ¿cree que debe haber un cambio en el país?”, arranca Evelyn Roxanna Chávez, de 41 años, una de las empleadas para lograr las firmas. Si hay suerte, el paseante se para, lo que da margen a la mujer, secretaria y empleada en Semilla desde hace una semana, para explicar por qué debe avalar el partido. En algunas ocasiones, pasa de largo. En otras, reconoce que la idea es muy bonita pero que no están las cosas para fiarse de ningún partido. Las menos, se para y completa el formulario. Cada adhesión debe incluir el nombre completo, DPI, dirección y firma. Semilla necesita 23.500 adhesiones. Su problema es el tiempo. Corren contra el reloj. Para presentarse a las elecciones de 2019 es imprescindible presentar la candidatura en enero. Antes hay que celebrar asambleas locales, departamentales y una general. Por eso, la fecha límite para lograr las firmas es mayo. Disponen hasta junio de 2019 para oficializarse, pero eso implicaría no poder concurrir a los comicios. Y hacer campaña para la creación de un partido en medio de la carrera electoral a unas elecciones a las que no puedes presentarse no es un escenario propicio.

La recogida de firmas muestra hasta qué punto la Ley Electoral y de Partidos Políticos está hecha para imponer barreras a la inscripción de nuevas formaciones. A principios de abril tenían 6.260 adhesiones validadas por el TSE, 2.500 entregadas al órgano rector y pendientes de ser aceptadas, y otras 6.540 recogidas y pendientes de ser tramitadas. En realidad han recogido más de 50 mil, pero los criterios del TSE son muy estrictos: si el firmante escribió una letra mal, queda invalidada. Si su firma no se parece a la del DPI, queda invalidada.

“Este es un trabajo de maquila”, dice Patricia Orantes.

Evelyn Roxanna Chávez cobra Q5 por cada adhesión efectiva que realice. Para ganar el equivalente a un salario mínimo en una maquila debería formalizar 551 apoyos al mes, lo cual resulta imposible. Este no es un trabajo, o no lo definen así sus responsables. Prefieren hablar de “simpatizantes del partido” a los que se proporciona “un incentivo”.

Evelyn Roxana Chávez, 41, lleva una semana trabajando por el Movimiento Semilla. Es secretaria. / Simone Dalmasso
“Hemos pasado por tres etapas de recogida de adhesiones”, explica Alberto Sánchez. La primera, la califica de la “ingenua”. El cálculo era sencillo. Si entregaban una hoja con 10 firmas a tres mil simpatizantes, tendrían 30 mil adhesiones rápidamente. “Nunca se dio eso”, dice. Luego se derivó el trabajo a un equipo de encuestadoras con trabajadores voluntarios. Tampoco funcionó. Actualmente, están en marcha siete equipos en departamentos de fuera de Guatemala y otros tres en la capital.

El supuesto miedo de los banqueros a acercarse a un partido

En paralelo a la obtención de apoyos se desarrolla la estructuración del partido. La asamblea para constituir el grupo promotor, tuvo lugar en noviembre de 2016. Tomaron parte 700 personas. En junio de 2017 celebraron la asamblea para constituir el comité pro- formación, que es el que rige ahora Semilla. Hasta tres meses después la administración les hizo llegar las hojas de adhesión.

“Ahí comenzó de verdad el largo y doloroso proceso”, ironiza Patricia Orantes. Lo primero: “el Registro de Ciudadanos es mínimo, seis funcionarios para 28 partidos”, se queja la secretaria de Organización. Lo segundo, las dificultades derivadas del propio contexto político: “la ciudadanía está en su momento más bajo de confianza hacia los partidos”. Lo tercero, complicaciones que tienen que ver con la propia composición social de Guatemala. “Ves en carne viva que no hay ciudadanía, que no hay educación en la democracia”, argumenta. Esto tiene que ver con el modo en el que los ciudadanos se acercan a los partidos.

La legislación que rige la creación de un partido tiene otros elementos que implican una barrera. Por ejemplo, la prohibición de realizar proselitismo. “Tienes que hacer un partido en silencio, sin comunicar tus propuestas, es una locura”, se queja Orantes. En realidad, la delimitación se circunscribe a los medios de comunicación y los espacios públicos. “Hacemos trabajo de hormiga en espacios cerrados. No nos podemos pronunciar sobre política educativa o propuestas anticorrupción”, indica.

“Tuvimos meses en que no sacábamos el logo porque había miedo a transgredir ley electoral”, señala Mendoza.

La financiación es otro de los grandes problemas. Uno de los elementos que provocó las masivas movilizaciones ciudadanas de 2015 son los escándalos ligados al modo irregular en el que los partidos que dominaban el Ejecutivo y el Legislativo obtenían sus fondos.

Hasta la fecha, las cuotas y aportaciones de los simpatizantes de Semilla han constituido su principal ingreso. Con eso cubren el 10% de lo que consideran que deberían manejar.

“Tuvimos meses en que no sacábamos el logo porque había miedo a transgredir ley electoral”
El dinero es clave para la creación de nuevos partidos. Especialmente por la cultura de compra y venta de “fichas” de formaciones que legalizaron su estatus, incluso cuando la barrera era inferior a las 23.500 firmas, pero que terminar por entregarla a aspirantes con los bolsillos llenos.

Samuel Pérez reivindica que ellos han querido realizar el camino de cero, sin atajos. Se queja de que ningún banco ha querido abrirles una cuenta. Patricia Orantes añade que las entidades tienen miedo. El incremento de los escándalos de financiación ilegal hace que no se fíen, ya que la responsabilidad penal llega ahora a los directivos financieros. “La negativa de los bancos a abrirnos una cuenta bancaria nos ha imposibilitado acceder a dinero”, dice. Les cierra, por ejemplo, la puerta para abrirse a microfinanciamientos (crowdfunding). Explica que la legislación es muy clara con relación a los partidos, pero no sobre los comités pro-formación. Así que los bancos prefieren no meterse en problemas. “Somos el primer comité que tiene NIT, ¿qué hacen los demás?”, se pregunta.

Otra dificultad es la obtención de donantes. “Hemos conversado con empresarios progresistas, identificados con el rescate de las instituciones. El problema es poner el nombre”, dice Orantes. Según explica, hay miembros del sector privado que temen que su nombre aparezca ligado a Semilla. Por un lado, por su identificación con la izquierda, en un país donde la posición ideológica es estigmatizada. Por otro, por miedo a que les haga perder clientes.

“La ley dice que puedes donar lo que quieras, pero tienes que ser registrado. Esto la gente no lo hacía. Triangulaba a través de empresas o se lo daba bajo la mesa”, afirma Orantes.

A las dificultades de la normativa, el contexto político o la financiación, la secretaria de Organización de Semilla añade otro elemento: la falta de experiencia, especialmente en el ámbito local. “Nuestro germen es urbano, vamos a hablar con gente en los municipios y saben más que nosotros”, explica.

El “grupo de académicos” se expande al territorio
Con esta referencia, Patricia Orantes hace mención a uno de los grandes estigmas que han perseguido a Semilla desde su creación, el de ser un grupo de académicos de élite de la capital sin capacidad de conexión real con las capas indígenas y campesinas.

Que así se les ha calificado es un hecho. Otra cosa es cómo actúan para cambiarlo.

“A lo mejor hemos cometido un error en términos de comunicación, porque hay equipos en ámbitos rurales que están trabajando”, dice Samuel Pérez, que pone como ejemplos Quiché o Alta Verapaz.

José Luis Lux, de 38 años, que estudió Ingeniería Industrial en la Universidad San Carlos y es pequeño comerciante, es ejemplo de la expansión de Semilla en el interior. Forma parte del Consejo de Desarrollo Comunitario (Cocode) de la zona 1 de Ixcán, en Quiché. En 2009 fue alcalde comunitario de Santa María Tzejá. Ahora es uno de los miembros de Semilla que están tratando de organizar la filial regional del partido. Recogieron 200 firmas, y ahora colaboran con las adhesiones para lograr formar el partido.

José Wolke, 24, lleva tres meses de trabajar por el Movimiento Semilla. Actualmente, labora en un call center. Quisiera cursar la carrera de derecho en la Universidad San Carlos / Simone Dalmasso
El proceso de construcción de un partido es muy distinto en el interior y en la capital. En los departamentos la tradición es que grupos de interés se muevan tras un candidato fuerte, que mueve dinero. También juega un papel importante el clientelismo.

En conversación telefónica, Lux pone el ejemplo de las elecciones de 2015. En Ixcán se impuso la UNE. “La última semana vino Sandra Torres. Ofreció la bolsa solidaria, bono seguro, abono para los agricultores. Eso hizo que la gente votara en línea”, explica.

Lux, junto a compañeros del Cocode de la zona 1 de Ixcán, es uno de los grupos que respondieron a la llamada de Semilla. Como explica Patricia Orantes, desde el grupo promotor se había comenzado la tarea de identificar grupos ciudadanos activos que quisiesen sumarse al proyecto. En febrero de este año celebraron la primera reunión. Las principales dudas: quiénes son los fundadores, quién es el candidato, de dónde viene el financiamiento y cuál es el proyecto para el interior del país.

No hay un aspirante definido, es la asamblea la que lo elige. “En otros partidos se conforma equipo, alguien tiene plata, compra la ficha y ya es el que se autoproclama candidato”, dice Lux.

Tras el primer encuentro, su grupo se sumó al movimiento. Desde el 7 de marzo disponen de las hojas de adhesión.

En opinión de Lux, “no importa si es en la ciudad donde nace (Semilla) o la mayoría son ladinos y profesionales. La intención con la que nace el movimiento es lo que le da relevancia: transformar la política, promover un cambio generacional, hacer propuestas y tener principios”. Reconoce, no obstante, las especiales características del interior. “Lo que sucede con la gente mayor, regularmente, es que, por su idiosincrasia, cree en sus líderes. Existe el valor de la palabra, de la confianza que le inspiras de primera mano”, dice. Según su punto de vista, esto genera una “desventaja” con partidos tradicionales que “utilizan” a los comunitarios “conociendo esa idiosincrasia”.

Su plan de trabajo se adapta a esta forma de ser. “Identificamos a los líderes, buscamos a quienes han servido, alcaldes comunitarios, maestros, gente que ha ayudado a la comunidad. Les invitamos a una reunión y les explicamos qué es lo que nosotros queremos y cómo lo queremos. Con los que hemos hablado, se han sumado”, dice.

El elemento de la “nueva política” versus “vieja política” juega aquí un papel. Entre las comunidades organizadas resulta difícil encontrar a alguien que nunca haya estado vinculado a una formación. “Muchos han competido ya para la alcaldía con otros partidos o comités cívicos. En un principio decíamos que no tenemos nada que ver con gente que ha participado en partidos tradicionales”, explica. Ahora se ha matizado a “no queremos nada que ver con la gente que cayó en las prácticas”. “La población solo ha tenido esas opciones. Si poníamos ese tamiz no podíamos conversar con nadie”, explica. Dicho de otro modo, la filosofía es no pedir el carné de dónde se viene (salvo en casos flagrantes) pero sí compartir un proyecto.

En opinión de Orantes, lo que determina el proceso de selección es la propia propuesta de Semilla. “Hemos tenido gente con poder, que se suma, pero que plantea que es su grupo el que arma el partido en este departamento. La respuesta es que es legítimo, pero que tiene que ganar democráticamente en asambleas. Esta es una respuesta que shockea, y hace que algunos se retiren”, dice.

En su opinión, esa idea de que el suyo es un grupo elitista se rompe por “tener capacidad explicativa del contexto político, de hablar de particularidades de desarrollo en tal departamento”. No dicen “ahí vienen los urbanos, los académicos”, asegura.

Un plan B y una estrategia de futuro
Mayo será un mes clave para Semilla. Debe llegar con el número necesario de afiliados y la estructura departamental completa si quiere iniciar las asambleas requeridas para oficializar el partido.

La gran amenaza para Semilla es no lograr las adhesiones.

“Vamos corriendo, porque hay deseo de participar, pero no es una obsesión, necesitamos proyectos de largo plazo”, dice Carlos Mendoza. No obstante, el contexto obliga. “Hay urgencias. Si seguimos con mismos políticos en el Congreso…”, reflexiona. “Lo ideal es presentarse ahora. Si no, establecer una estrategia para que cuadros de Semilla puedan llegar a alguna alianza para hacer Gobierno”, indica.

Ahí está el “plan B” que apuntan algunos entrevistados.

Ahly Gudiel Aries, 20, lleva tres meses en el Movimiento Semilla. Ama de casa, quisiera retomar su carrera universitaria en Ciencias Políticas. / Simone Dalmasso
Patricia Orantes considera que las fortalezas de Semilla son su “capacidad para llegar a consensos sobre la base programática” y “un equipo de cuadros que no se ven en otros partidos”. Aunque ubica en “otra fase” el debate sobre alianzas. Si no se obtuviesen los apoyos este año todavía habría margen hasta junio de 2019, que es cuando se completa el plazo de dos años que determina la ley para que un comité pro-formación se constituya como partido. En ese caso, la cita electoral sería en 2023.

“Los partidos tienen déficit de cuadros”, comparte Lucrecia Hernández. “Las alianzas son clave para 2019”, afirma, para después considerar que sería positivo que “algunos de esos partidos pudieran tener espacios para los cuadros de Semilla”. En la práctica se trata de una estrategia similar a la que ella misma adoptó cuando asumió la cartera de Salud tras la victoria electoral de Jimmy Morales.

“Hay que entrarle al Estado, que este no sea para el uso de la clase social dominante, que tenga un pulso redistribución de la riqueza y de promoción de la democracia”, resume.

En opinión de José Carlos Sanabria, de Asies, aun en el caso de que Semilla lograse las firmas para constituirse como partido tiene por delante dos riesgos: el primero, no presentarse, por cualquier circunstancia, lo que implicaría su suspensión como partido. En segundo, concurrir a los comicios y no lograr un solo curul, con el mismo resultado de la anulación de las siglas. Por ello, plantea una alternativa: la configuración de una coalición. En caso de que así fuese, cree que Semilla debería de alejarse tanto de partidos tradicionales como la UNE o FCN-Nación y de aquellos que no sean ubicados en ese espacio indeterminado llamado “centro”. Pone un nombre sobre la mesa: Encuentro por Guatemala.

Samuel Pérez dice que “no es momento de tomar decisiones” sobre posibles coaliciones, pero que tampoco se cierran a nada. “El escenario que vemos no es de partido grande, individual”, explica. Pone como base para ese futuro diálogo el programa, más allá de siglas o nombres. Incluso apunta a que, en los territorios, pueden darse otro tipo de alianzas que en la capital no se contemplan y que sus bases ya trabajan sobre esta hipótesis. En los últimos meses, ha habido conjeturas sobre la posibilidad de que la fiscal general Thelma Aldana se vincule con Semilla. Ella no se ha pronunciado sobre la posibilidad y Pérez indica que no se ha hablado de candidaturas. “Es una narrativa que han planteado por la novedad, por afinidad programática en la lucha contra la corrupción o apoyo a MP y CICIG”, considera.

El tiempo político es vertiginoso y el grupo que nació para analizar la realidad guatemalteca a largo plazo se encuentra en una carrera contrarreloj para poder presentarse a las elecciones de 2019.

Columna de opinión tomada de Plaza Pública
Ver texto original: https://www.plazapublica.com.gt/content/como-paso-semilla-de-grupo-de-analisis-querer-competir-en-las-elecciones




Nicaragua, Ortega y el síndrome de Hibris

Juan José Díaz Quintana /

¿Tiene alguna repercusión psicológica la perpetuidad en el poder en un mandatario? Según el político y médico, David Owen,[1] «los líderes que sufren de este síndrome creen que son capaces de grandes obras, que de ellos se esperan grandes hechos y creen saberlo todo y en todas circunstancias, y operan más allá de los límites de la moral ordinaria». A esto se le conoce como el síndrome deHibris, una palabra de origen griego que significa desmesura.

Nicaragua se encuentra en un contexto social crítico, luego de ocho días de manifestaciones con al menos 40 personas muertas en su mayoría jóvenes. Entre ellos, el periodista Miguel Ángel Gahona, abatido mientras filmaba y relataba una de las protestas en plena vía pública, quizás la imagen más tenebrosa de represión que se ha visto en mucho tiempo. Hay además un centenar de heridos y varios desaparecidos.

El detonante fue una reforma al modelo de la seguridad social nicaragüense impulsada por el Poder Ejecutivo de Daniel Ortega, la que afectaba a los empresarios y a los trabajadores, aumentando en el primer caso el 3% de la contribución y en el segundo caso el incremento del 0,75%.

Más allá del aumento del monto, lo que más preocupaba a los trabajadores (porción mayoritaria en un modelo de seguridad social contributiva) era la implementación de medidas que afectarían los resultados de sus aportes, al disminuir las pensiones y aumentar los requisitos de cotización, con periodos de vida laboral más largos previo al retiro.

Sin embargo, lo que acontece hoy en Nicaragua no es una simple protesta a las mencionadas medidas tomadas por el gobierno. Se fundamenta en el contexto de las formas, más que del fondo. Y es que los nicaragüenses se unieron una vez más con un reclamo y un alzamiento de voz que no encontró oídos, y con la primera intervención de la policía para callar sus voces se proyectaron en sus mentes los recuerdos de hechos similares en los que fueron ignorados por un gobierno aferrado once años al poder. Son once años de no dialogar con los sectores que clamaban por ser oídos.

Las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) fueron la gota que derramó el vaso de la discordia en la sociedad nicaragüense, agobiada por altos precios de los combustibles, malas condiciones salariales, abuso del poder, corrupción, un sistema electoral desacreditado y una fuerte represión de las fuerzas de choque del gobierno hacia los grupos de manifestantes.

La razón del reclamo inicial de los manifestantes puede ser sujeto a una discusión técnica. Pero es obligación de un mandatario oír, entender y dialogar con los grupos que tengan diversas opiniones, respetando sus derechos. Invisibilizarlos y reprimirlos fue la receta perfecta para obtener el caos en que se ve consumido el gobierno de Daniel Ortega.

Y es que cuando un mandatario padece del síndrome de Hubris, sus acciones y toma de decisiones se basan únicamente en creer que él tiene siempre la razón, un síndrome obnubilante que no le permitió a Ortega leer con claridad el panorama de lo que se avecinaba.

Prueba fehaciente de lo anterior son las acciones que tomó el Gobierno luego de las protestas. En primer lugar, luego de la emisión de la resolución sobre la reforma reprimió a un pequeño grupo de estudiantes que salieron a manifestarse, como si fuesen delincuentes; posteriormente aparecieron grupos de choque que robaban cámaras y golpeaban a los comunicadores y manifestantes. Además, el ejército nicaragüense se desplegó en varios puntos del país. Todo esto mientras el gobierno guardaba absoluto silencio.

Las críticas de los medios de comunicación no tardaron en llegar y esto generó una acción muy común en Nicaragua y en las dictaduras: la censura. Cortaron la señal de aire de los canales que transmitían las protestas, incluyendo al medio 100% Noticias. Pero claro, no pudieron cortar los cientos de videos y transmisiones en vivo a través de las redes sociales. La violencia fue en escalada, los jóvenes tomaron universidades para resguardarse en ellas, también iglesias, las fuerzas antidisturbios ingresaron de todas formas, el número de víctimas fue en ascenso, hubo saqueos a supermercados, desaparecidos. Un verdadero caos.

Rosario Murillo, vicepresidente y esposa de Ortega, fue la primera en dar declaraciones desde el gobierno. Lejos de propiciar el diálogo y contribuir a la paz, expresó: «Parecen vampiros reclamando sangre para nutrir su agenda política», refiriéndose a los manifestantes, además de calificar a los estudiantes de «gente tóxica», entre otras expresiones.

El descontento fue tal que produjo una reacción en cadena con protestas simultáneas en varias ciudades del país y, a pesar de que Ortega ya ha revocado la resolución, las marchas y las manifestaciones no se han detenido. Hoy la ciudadanía organizada pide la renuncia del matrimonio Ortega-Murillo y la reforma de salud pasó a un segundo plano.

El día 25 de abril la Iglesia católica tomó el rol de canalizadora del diálogo. «Para facilitar el clima de diálogo consideramos esencial e imperativo que tanto el gobierno como cada miembro de la sociedad civil evite todo acto de violencia, de irrespeto a la propiedad pública y prevalezca un clima sereno y de absoluto respeto a la vida humana de todos y cada uno de los nicaragüenses», expresó el Episcopado en ese comunicado leído por el cardenal Leopoldo Brenes.

Ortega ya ha liberado a decenas de manifestantes arrestados y ha eliminado los obstáculos a los medios de comunicación independientes.

En la antigua Grecia era sabido que hibris antecedía a la caída. La persona que cometía hibris era culpable de querer más que la parte que le fue asignada en la división del destino. La desmesura designa el hecho de desear más que la justa medida que el destino asigna. El castigo a la hibris es la némesis, el castigo de los dioses que tiene como efecto devolver al individuo dentro de los límites que cruzó.[2]      

Pero esto no es Grecia, es Nicaragua, expuesta a la indignación ciudadana causada por el irrespeto a los derechos humanos y la libertad de expresión, los abusos de poder, las injusticias y la corrupción, con una ciudadanía que anhela avanzar hacia una democracia consolidada, dispuesta a fijar límites y marcar un punto final.

Juan José Díaz Quintana | @jotadiazquin
Analista político. Miembro de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia. Gerente general de Lex Group Consultores

 [1] Autor británico, en su libro en el Poder y la enfermedad: Enfermedades de Jefes de Estado y de Gobierno en los últimos 100 años

[2] Fisher, Nick (1992). Hybris: a study in the values of honour and shame in ancient Greece. Warmister (Reino Unido): Aris & Phillips. ISBN 9780856681448.

Columna de opinión tomada de diálogo político
Ver texto originalhttp://dialogopolitico.org/agenda/nicaragua-ortega-y-el-sindrome-de-hubris/




“Servidores”

Anabella Giracca /

Inventar la cura.

Como si fuera poco, muchos telones se abren para mostrar actos nefastos: Un alcalde borracho cayéndose frente a su pueblo, en medio de insólitas carcajadas; otros haciendo pulsos en plenas reuniones “de Estado”, para exponer camisas desabrochadas y lucir frondosos músculos; otro abusando de un joven en imágenes espeluznantes de tortura (¿lo están juzgando?); otro que se filma defecando en una escena tan grotesca y simbólica que es digna de analizar a profundidad; otro que se graba teniendo relaciones sexuales… Todo es aberrante, denigrante. El daño que le hacen a la sicología social es indescriptible. Estamos enfermos, sin duda, y debemos inventar la cura.

La nueva política consiste justamente en aplicar nuevas formas. En combatir un servicio civil pervertido políticamente y caduco. Uno que está cooptado por la corrupción. Uno resultado de malas prácticas, cuyas consecuencias lamentamos día a día con estos casos emblemáticos, pero que evidencian también los grandes vacíos donde el mérito y la capacidad no valen nada.

La cultura política clientelar es premiada. Hace “guetos”. Recicla el amiguismo, el nepotismo. Subasta al Estado. Como resultado, pues vemos cantidad de pueblos y ciudades colapsadas, con hambre, repletas de basura, sin urbanismo apropiado para sobrevivir con dignidad.

La importancia de una carrera del servidor público, hecha para formar ciudadanos con las capacidades necesarias de servir con ética y conocimiento, es urgente. Porque el servidor público le da vida a la institucionalidad. La hace relucir o la oscurece. Y ahora, las nubes negras nos cubren. Están en nuestro cielo.

Requerimos a gritos de un sistema de servicio civil basado en el mérito, con las mejores personas, pero también de una ciudadanía libre para elegirlas. Sin presiones, sin permitir que los partidos políticos hagan más uso y abuso de la pobreza y sigan utilizando cargos para profanar. Se sabe de municipios con un único candidato a alcalde, porque los probos y preparados no están en condiciones de competir frente a esas máquinas feroces que arrasan con la democracia.

Para reducir drásticamente la corrupción y el retraso, los servidores públicos deben estar auténticamente entregados. ¿Es mucho pedir? Ser independientes. ¿Es mucho pedir? Sentir los problemas en la piel, vivir la vida de los pueblos…

En un primer nuevo acto podría aparecer un sistema educativo capaz de formar ciudadanos dispuestos a soplar nubarrones. Dispuestos a inventar la cura. Ah, y un nuevo sistema electoral y de partidos políticos. ¿Es mucho pedir?

Columna de opinión tomada de El periódico
Ver texto original: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/04/11/servidores/




Disfraz

Anabella Giracca /

No se puede “darle vuelta a la página” sin haberla leído.

El Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Guatemala 2017, no hace más que resumir la realidad en la que nos movemos. Terrible realidad. Dolorosa realidad que, al parecer, los gobernantes ignoran. ¿Puede haber algo más terrible que desconocer el hambre y la muerte de un pueblo? ¿Puede haber burla histórica peor que la de hacerse de oídos sordos?

“Guatemala sigue afectada por la desigualdad y la discriminación estructurales… Alrededor del 60 por ciento de su población sigue viviendo en la pobreza… Aproximadamente el 46.5 de los niños y niñas menores de cinco años (el 61.2 por ciento en el caso de los niños y niñas indígenas) sufre desnutrición crónica. El índice de desarrollo humano de las mujeres es inferior al de los hombres. Los esfuerzos del Gobierno para hacer frente a esta situación se han visto obstaculizados parcialmente por la corrupción”.

Efectivamente un Estado racista es aquel que permite que unos pueblos vivan menos y peor que otros. Y aquí, los gobiernos insisten en que sean los pueblos indígenas (de áreas rurales muchas veces abandonadas a su suerte) quienes viven en las peores condiciones. Este martes 3 de abril, Prensa Libre publica en una nota desgarradora: “La escasez de alimentos se agudizó en el 2017, pese a que fue cuando llovió más… Las familias la ven muy difícil para hacerse de recursos económicos, lo cual, aunado al poco apoyo del Estado y la falta de proyectos de desarrollo rural, mata las esperanzas”. Las autoridades encargadas de la seguridad alimentaria y nutricional solo han ejecutado el 8.59 por ciento de la asignación. Y, como si fuera poco, las ejecuciones vinculadas a salud o agricultura van por el mismo camino. ¿Y el Ministerio de Desarrollo Social? Ese ha ejecutado un infeliz 0.12 por ciento. Aunque usted no lo crea. No es necesario decir más.

Negar la verdad trae tristes consecuencias para una Nación. Ocultar hechos evidentes, peor todavía. Esconder nuestra basura debajo de la alfombra, un crimen social. Hemos pasado por esta historia cruel que insistimos en engavetar, una y otra vez. Negar el genocidio, por ejemplo, es desairar a pueblos enteros que luchan por esclarecer; es arrasar con dignidades; es desconocer hechos documentados. Es traicionar nuestra propia historia. Solo asumiéndola con madurez podríamos solventarnos. Porque tanto disfraz no esclarece. Oscurece más.

Dejar que mueran de hambre, sistemáticamente, niñas y niños y no hacer nada al respecto, pareciera otra forma de desaire, de alfombra repleta, de delito de lesa humanidad.

Columna de opinión tomada de El periódico
Ver texto original: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/04/04/disfraz/

Tagged .




Por mi gran culpa…

Anabella Giracca /

Estado laico (que eso no se confunda).

Los árboles alcanzan su plenitud pintando el aire tibio con lágrimas lila. Temporada entrelazada con un juego de emociones que transportan nuestras huellas. Los cinco sentidos se avivan con paisajes, bacalaos, inciensos, bandas y mucho sol. Y uno sexto que come de recuerdos. Aunque haya quienes, acertadamente, renieguen argumentando que este es un Estado laico y que la fe católica no tiene porqué tomar las calles de la cultura guatemalteca. La verdad es que cuando las pupilas se tiñen de púrpura chinto, las tradiciones se posesionan junto con el olor anticuado de un pasado no resuelto. La punta de la lengua en el agujero de un mango de pashte. Las resinas que pican la vista y perforan el olfato hasta el ahogo. Cuando eso ocurre, se postergan argumentos.

¿Cuál es el límite entre tradición y religión? Mientras lo dilucidamos, las ferias no se dan abasto. Las leyendas invaden imaginarios (El Milagro de la Jacaranda). Helados y choco bananos. Jocotes en miel flotan boca arriba sobreviviendo en grandes ollas de peltre. Bollitos, coco en dulce, tortas con ajonjolí y chocolate caliente. “Por mi gran culpa”.

Neblina de súplica y redención. Azotes de bombas procesionales. Ventas de pelotas (de tripa), trompos, pirulís, dulces de miel y panitos miniatura. Pasión, muerte y resurrección. Matilisguates, nubes rosadas bordeando orillas de carreteras (derruidas), esperan pacientes el paso del Nazareno; sediciosas vainas de corozo con su olor a rancio, siempre añejo, haciendo arcos para recibir el indulto. Cofrades y cucuruchos. Concupiscencia y pecado. Mujeres enlutando su rostro inmune con mantillas caladas. Pan ázimo, vino, corona de espinas, látigo, clavos, lanza y la caña con vinagre. Cruz. Todo listo para arriesgarse a la indulgencia. Capirotes, estandartes, horquillas, andas y cargadores. Penitencia. Milagros denegados.

La arena, negra. El agua de río. El lago tibio. La gruta oscura. Pueblos en fiesta, aunque no crean. El anda zarandeando húmedo aserrín teñido. Arrasando con frutas y requiebros.

Los conciertos ambulantes de marchas fúnebres filtran los oídos con tristeza. Dan ganas de llorar. Porque suenan a niñez, a abuelas, a la muleta que sostiene nuestra endeble identidad.

Sí, un Estado laico (que eso no se confunda), pero con recuerdos, con las escasas tradiciones barrocas que nos revuelven el amor por esta historia compartida. Heredadas, impuestas, fusionadas, pero, al fin y al cabo, nuestras. Se puede creer o no, pero aferrarse un poco a la “costumbre” resulta ser una opción en estos días.

Columna de opinión tomada de El periódico
Ver texto original: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/03/28/por-mi-gran-culpa/




Por la paz

Anabella Giracca /

Si no lo arreglamos, resulta peor. (Aliviar vetos políticos internacionales).

¡Insólito!, en recientes oportunidades, me han lanzado comentarios como: “Y yo que creí que Belice ya no estaba en disputa”. Eso y un poco más circula en el ambiente. ¿Y la broma trasnochada de “Belice es nuestro”? No se puede esperar mucho de un país cuya enseñanza de Historia no pasa de ser presidencialista, capitalina, masculina. Donde los estudiantes memorizan la fila de nombres de los presidentes y sus “grandes logros”, pero no son encaminados a “historizar” los hechos; a desarrollar pensamiento crítico que, por cierto, es el único salvavidas de un auténtico aprendizaje. Nos escandalizamos con cualquier evento espumoso, pero no razonamos más allá de lo aparente.

Estamos al borde de una consulta popular incierta para la mayoría, con una pregunta más liada aún: “Está usted de acuerdo que cualquier reclamo legal de Guatemala en contra de Belice sobre territorios continentales e insulares y cualesquiera áreas marítimas correspondientes a dichos territorios sea sometido a la Corte Internacional de Justicia para su resolución definitiva y que ésta determine las fronteras de los respectivos territorios y áreas de las partes”. (Así aparece en una campaña que circula, sin comas ni puntos, tal cual).

Es simple, se trata de poner en manos de la Corte Internacional de Justicia, la disputa que durante tanto tiempo no hemos sabido resolver. Sabia decisión, porque no conviene seguir heredando un problema fronterizo por los siglos de los siglos.

Lamentablemente las circunstancias temporales y financieras, no han permitido aprovechar la oportunidad para informar eficientemente sobre el asunto. La campaña es frágil. El tema queda lejos de la población diversa. Pero en todo caso debemos documentarnos más, asistir a las urnas y ejercer nuestro derecho.

Pues en resumen: El 15 de abril tendremos la oportunidad de decidir si se debe o no delegar la solución de un diferendo que data desde hace más de 200 años. Se trata de costa, islas…, por pactos no cumplidos. O sea, buscar la resolución definitiva del diferendo.

Someter a la Corte es un medio, no un fin. El fin es dejar atrás una controversia muy prolongada.

Esa controversia impide que los pueblos de Guatemala y Belice se fraternicen. Se encuentren. De hecho, habría que considerar cuánto de lo que los gobiernos han provocado como prolongación de una disputa vetusta, ha generado animadversión, eventual odio entre pueblos y hasta muerte. Ahora que ya no hay vuelta de hoja, pues una apuesta por la paz nunca es mala idea, ¡siempre por la paz!

Columna de opinión tomada de El periódico
Ver texto original: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/03/21/por-la-paz/




Nuestro entorno noticioso es como carrusel de feria:

Cada vez un caballo distinto, pero la música es siempre la misma.

Félix Alvarado

La prensa da la sensación de estar en una ronda sin fin: por más cosas que suceden, nunca cambia nada. Cada noticia es desplazada de inmediato por otra más escandalosa.

Hace apenas dos semanas se lanzó el Frente Ciudadano contra la Corrupción y ya parece tan remoto, pues ha sucedido de todo. Para recordar lo más visible: un accidente estrepitoso en carretera, el aniversario de la catástrofe en ese que no fue ni hogar ni seguro para 41 niñas, una nueva amenaza de Jimmy Morales por quitarse de encima a Iván Velázquez y, como tapa del pomo, el alcalde sempiterno vuelto a escabullirse de la justicia, que le muerde los talones.

Por eso debemos cotejar la información y volver a las cosas más significativas. Porque, no se engañe, hay cosas que son solo entretenimiento. Como la novela del alcalde resbaloso, que ya perdió el juego, así no pase una sola noche en prisión y vocifere cada día más. Le ganaron Portillo, Pérez Molina y Colom en el camino a la cárcel. Le ganó Ríos Montt en zafarse de la justicia. Por más que alardee, arruinó su reputación.

Tratando de encontrar los parteaguas, yo vuelvo a la novedad del Frente Ciudadano contra la Corrupción. Dudará usted señalando que allí está Dionisio Gutiérrez siempre queriendo hacer el papel de bueno, pero intentemos ver un poco más lejos. Veamos el conjunto inusual de socios. Notemos la contradicción abierta entre sectores de élite, las diferencias que, como pocas veces, se le escapan al cartel del Cacif. Observemos a Felipe Bosch, ese que no ve presidentes corruptos, más que simbólicamente encaramándose tarde a la tarima.

El asunto no es banal. A los jóvenes ciudadanos que no eran nadie antes de denunciar a Pérez Molina en 2015, hoy Gutiérrez y sus pares los convidan. Con salón de hotel y video de estudio, cruasanes y café incluidos. Por resistirse a ver novedad, un grande de la academia deja su análisis en epítetos que parecen muestrario de pintura (derecha lila, izquierda rosa —solo faltan el centro malva y el reformismo cerúleo Pantone 15-4020 TCX—). El pragmatismo inusitado invita a pensar distinto, a reconocer a la élite y a la clase media urbana que descubren —o quizá admiten resignados— que sí, que tienen algo en común, aunque piensen que es solo la enfermedad de la corrupción. Esto se llama oportunidad.

Ahora la pregunta es: ¿qué toca? Lo obvio (no por ello lo fácil) es que los de la plata —como Gutiérrez— deben primero resistir sus reflejos: querer comprar actores para hacer su voluntad. Nuestra historia reciente muestra que sus instintos de clase les han servido mal en esto. Una y otra vez se equivocaron. Por ejemplo, oponiéndose a las manifestaciones contra Pérez Molina o financiando malas opciones de derecha como el MCN. Hoy necesitan apostar por experimentos en dar dinero y dejar que otros decidan sin su tutela y sin sus límites. Porque ellos necesitan democracia, pero la democracia necesita contendientes fuertes.

Más allá del show mediático del lanzamiento del frente ciudadano y de la necesaria resistencia a Morales y a sus adláteres, la élite necesita sacar lección del modelo de grandes fundaciones como Ford o Soros: donar dinero abiertamente a jóvenes líderes políticos a cambio de que se comprometan de forma medible con la transformación, no a cambio de que hagan la voluntad de los profundos bolsillos y de las timoratas intenciones de sus donantes.

Otro tanto ayudaría tomarse tiempo entre juegos de squash para instruir a sus gerentes de banco para que dejen de temer abrirle una cuenta al Movimiento Semilla o, para el caso, a cualquier otro movimiento político que se establezca como Dios manda. No por su persuasión política, sino porque necesitamos un sistema político financiable, transparente y diverso.

Nosotros, y también Dionisio Gutiérrez, debemos entender que es bonito estar en la tele, pero que no se trata de que él sea candidato. Se trata de que, cuando la derecha necesite dinero, no solo vaya con Dionisio. Y que cuando la izquierda necesite dinero, no tenga que ser con los socorridos suecos, ya que en Guatemala nomás encuentran cobardes y tacaños.

Así que, sacudidas ya las migas de cruasán de la chaqueta y antes de volver a los afanes del pollo, la harina, las tiendas o la electricidad, conviene reconocer que hoy la mayor contribución de la élite a la democracia será financiarla, no dirigirla.

Columna de opinión tomada de Plaza Pública
Ver texto original: https://www.plazapublica.com.gt/content/tareas-para-el-frente-ciudadano-o-para-el-ciudadano-del-frente




Ideas sobre polarización

Anabella Giracca / 

Difiero de aquellos que insisten en utilizar tal concepto para descalificar las diferencias.

 20 puntos de simple aproximación:

1) Polarizar es sinónimo de concentrar, acaparar, monopolizar. ¿Por qué entonces, “polarización” se usa hoy para insistir en que estamos divididos o separados en una lógica binaria, maniquea o dualista?

2) Porque el que polariza piensa que solo hay un mundo: su ombligo. 3) Quien no piensa como yo, está en contra mía. Es decir, se nutre esa acción de dos componentes: antagonismo y supremacía.

4) Cuando estamos frente a otra persona, aunque no pensemos igual o exactamente igual en cualquier materia, esta no se convierte automáticamente en un enemigo, ¿o sí?, ni mucho menos en un inferior a mí. Tampoco en un superior.

5) La tan mencionada polarización no nace de un supuesto debate dicotómico de ideas, o de contar con ideologías antagónicas, sino de una deformación de irrespeto hacia el prójimo. Y fundamentalmente por presuponer que mi forma de pensar o creer en algo es la única visión cierta y correcta. 6) El antagonismo es derivación de la supremacía.

7) El mayor reto que enfrenta nuestra sicología social es ver al otro como igual. (Simple, ¿no?).

8) Polarizar es pues, partir de la unicidad, del pensamiento hegemónico o pensamiento único; del simple egocentrismo ante la falta de formación política e ideológica. 9) La polarización es la consecuencia de respirar el mundo con un solo olfato: el mío.

10) Aprender a ser mediadores desde niños se hace cada vez más importante, porque el enfrentamiento y la discordia están a flor de piel, en todas partes, en todas las esferas. 11) Construir las herramientas mentales para poder articular con esa diversidad es inminente, ya que la conflictividad es fuerte signo de los tiempos modernos.

12) La polarización está en las pasiones y emociones, pero no en la razón.  13) Las visiones racionales diversas son algo positivo y enriquecen el ejercicio democrático. 14) La polarización destruye. Es nociva, porque es visceral. Es odio.

15) Razón y pasión son categorías distintas. Y la que aplica en el debate de ideas es la razón, el pensamiento.

16) ¿Estamos en un plano racional o visceral? urge ubicarnos. Subir las diferencias a la razón, al argumento.

17) El argumento implica esfuerzo y construcción. 18) Somos holgazanes mentales, porque la argumentación implica elaboración. Trabajo mental. (¿Más fácil insultar?).

19) Urge más debate y menos confrontación. Más ideas y menos descalificación. Más racionalidad y menos pasiones oscuras. 20) Urge reinventar una cultura de paz.

Columna de opinión tomada de El periódico
Ver texto original: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/03/14/ideas-sobre-polarizacion/ 




Reunión departamental para coordinar actividades de adhesiones y organización en Jalapa

15 de marzo de 2018
3:00 PM
Contactos con:
Pedro Romero: 45021008   /   Edgar PIneda53032036