PENDIENTE. Ignorar necesidades es reproducir discriminación.
Hoy nos toca resolver los múltiples pendientes que dejó el Siglo XX y reformular los innumerables retos que plantea el Siglo XXI. Aunque al parecer, acercándonos al fin de la segunda década del siglo, seguimos varados en el pasado. Difícil comprender la importancia que tiene la educación para la renovación democrática de un Estado en ruinas. La distribución desigual de la calidad y la necesidad de apelmazar a la población en un solo molde, han sido la base de un modelo educativo patriarcal.
La apuesta cotidiana por la libertad y la ciudadanía aun no parecen ser parte de la agenda educativa de la Nación. Al menos sabemos que no basta con asistir a la escuela. Hoy tenemos conciencia de una educación de calidad, pertinencia, eficiencia, eficacia y participación. Una escuela amable, con prácticas diversas y estrategias de inclusión. Desde la infraestructura, el clima organizacional, la administración y, por supuesto, la pedagogía. Ahí en donde la sensibilidad triunfe sobre la indiferencia. En pocas palabras: escuelas inclusivas, preparadas para atender de manera diferenciada a quienes lo necesiten. Por ejemplo, ¿encuentra la niñez con algún tipo de discapacidad un nido en la escuela? Ignorar necesidades es reproducir discriminación. Lamentablemente aquí no hay espacio para ser distintos. Cualquier diferencia es confiscada y el sistema cae en la trampa de una educación de imitación, de uniforme, de homogeneidad forzada. Acá, los niños con discapacidad son proscritos. Cosificados. Eso muestra nuevamente insuficiencia de ciudadanía plena. Disfunción sistemática. Escuela de baja intensidad.
Es hora de que la escuela favorezca el encuentro con una nueva ética: la fraternidad. Asumir compromiso por el otro, sin que se vuelva “amenaza”. Tristemente pareciera que la diferencia entorpece el concepto de “ciudadano ideal”. ¿Por qué no formar sujetos de derecho? Desarticular las bases socioculturales de la discriminación. Promover identidades libremente elegidas, abiertas, no confrontadas. Edificar nuevos referentes para la interacción social. Promover convivencia sobre nuevas bases. Alentar la empatía. Ver al otro como una persona con derechos. Porque, ¡la diversidad no es negociable! Redefinamos la tolerancia proclamando la aceptación de lo “distinto” con nuevas formas de entendimiento. Muy simple: educación de calidad para todos, durante todo el tiempo.
Este tema es base democrática, ejemplo de un Estado progresista. Seguir abandonando a la niñez y juventud impide renovarnos con nuevos principios y valores colectivos. Es simplemente seguir reproduciendo prácticas oscuras y reciclando perversidad. Porque de la formación plural e igualitaria de hoy, depende una mejor construcción de eso llamado Nación.
Referencia: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/08/01/pendiente/