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¡Ah muerte tan silenciosa!

Es un tema de conciencia.

Anabella Giracca /

Recordar la muerte inclemente y feroz que ha sufrido la población guatemalteca es acertado. Es necesario, aunque a algunos les moleste. Recordar y recordar. Aprender del pasado. Jamás repetir. Pero acá hemos gastado mucho odio y energía en ocultar y hasta minimizar la historia perversa que nos demarca. Hemos sido víctimas del silencio. “Ah muerte tan silenciosa, déjame vivir un día”. Muerte que asecha y que se esconde detrás de tanto espejo roto.

Berlín, por ejemplo, recuerda su historia en cada esquina. Museos, monumentos afloran de las calles, contando a gritos las millones de vidas sacrificadas por el odio, el racismo, la guerra. Los niños aprenden de su pasado sin miramientos; les enseñan a desarrollar pensamiento crítico; a “historizar” los hechos para sobrevivir en un mundo que, de muchas maneras, aún insiste en el racismo y la muerte. Si no me cree, basta con revisar noticias. Deleznable lo que ocurre en las fronteras del Norte a causa del racismo y la xenofobia. La migrante indígena guatemalteca, Claudia Patricia Gómez, fue asesinada en Laredo, Texas, por una patrulla fronteriza. ¿Hay que olvidar? ¡Jamás!

Aunque parezca verdad de Perogrullo, el sistema educativo no se reduce a sus asuntos administrativos o de enseñanza. También está hecho para recordar, para formar identidad y pensamiento colectivo.

El caso Molina Theissen se volvió ejemplar. Paradigmático. Por las décadas de lucha de esas mujeres valientes que alcanzaron no solo hacer justicia, sino abrir de nuevo los ojos de una población dormida.

El tribunal ordenó recordar. Prohibió olvidar. Como parte de las medidas de reparación hacia la familia, distintas instituciones deberán crear documentales, edificar monumentos e implementar acciones para recordar los crímenes cometidos en contra de los hermanos Theissen que, a su vez, son reflejo de miles y miles más…, de pueblos enteros. También se ordenó que el Mineduc produzca textos educativos que recuerden la desaparición forzada durante el conflicto armado interno. ¡Bravo!

Apostar por la transformación del conocimiento es la clave. Comprometernos con una historia común y estar convencidos de la posibilidad de cambio. Recordar para no repetir. Esclarecer. Velar por la lealtad al sistema democrático y al imperio de la ley. Convivencia y proyecto compartido: reconocer la verdad que, con sus múltiples hilos, nos une. Es un tema de conciencia, de valores éticos y públicos que nos permitirían vivir y crecer en sociedad. En paz.

Ni una Claudia Patricia, ni una Emma Guadalupe, ni un Marco Antonio más. ¡No más!

Referencia: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/05/30/ah-muerte-tan-silenciosa/