Nuestro entorno noticioso es como carrusel de feria:
Cada vez un caballo distinto, pero la música es siempre la misma.
Félix Alvarado /
La prensa da la sensación de estar en una ronda sin fin: por más cosas que suceden, nunca cambia nada. Cada noticia es desplazada de inmediato por otra más escandalosa.
Hace apenas dos semanas se lanzó el Frente Ciudadano contra la Corrupción y ya parece tan remoto, pues ha sucedido de todo. Para recordar lo más visible: un accidente estrepitoso en carretera, el aniversario de la catástrofe en ese que no fue ni hogar ni seguro para 41 niñas, una nueva amenaza de Jimmy Morales por quitarse de encima a Iván Velázquez y, como tapa del pomo, el alcalde sempiterno vuelto a escabullirse de la justicia, que le muerde los talones.
Por eso debemos cotejar la información y volver a las cosas más significativas. Porque, no se engañe, hay cosas que son solo entretenimiento. Como la novela del alcalde resbaloso, que ya perdió el juego, así no pase una sola noche en prisión y vocifere cada día más. Le ganaron Portillo, Pérez Molina y Colom en el camino a la cárcel. Le ganó Ríos Montt en zafarse de la justicia. Por más que alardee, arruinó su reputación.
Tratando de encontrar los parteaguas, yo vuelvo a la novedad del Frente Ciudadano contra la Corrupción. Dudará usted señalando que allí está Dionisio Gutiérrez siempre queriendo hacer el papel de bueno, pero intentemos ver un poco más lejos. Veamos el conjunto inusual de socios. Notemos la contradicción abierta entre sectores de élite, las diferencias que, como pocas veces, se le escapan al cartel del Cacif. Observemos a Felipe Bosch, ese que no ve presidentes corruptos, más que simbólicamente encaramándose tarde a la tarima.
El asunto no es banal. A los jóvenes ciudadanos que no eran nadie antes de denunciar a Pérez Molina en 2015, hoy Gutiérrez y sus pares los convidan. Con salón de hotel y video de estudio, cruasanes y café incluidos. Por resistirse a ver novedad, un grande de la academia deja su análisis en epítetos que parecen muestrario de pintura (derecha lila, izquierda rosa —solo faltan el centro malva y el reformismo cerúleo Pantone 15-4020 TCX—). El pragmatismo inusitado invita a pensar distinto, a reconocer a la élite y a la clase media urbana que descubren —o quizá admiten resignados— que sí, que tienen algo en común, aunque piensen que es solo la enfermedad de la corrupción. Esto se llama oportunidad.
Ahora la pregunta es: ¿qué toca? Lo obvio (no por ello lo fácil) es que los de la plata —como Gutiérrez— deben primero resistir sus reflejos: querer comprar actores para hacer su voluntad. Nuestra historia reciente muestra que sus instintos de clase les han servido mal en esto. Una y otra vez se equivocaron. Por ejemplo, oponiéndose a las manifestaciones contra Pérez Molina o financiando malas opciones de derecha como el MCN. Hoy necesitan apostar por experimentos en dar dinero y dejar que otros decidan sin su tutela y sin sus límites. Porque ellos necesitan democracia, pero la democracia necesita contendientes fuertes.
Más allá del show mediático del lanzamiento del frente ciudadano y de la necesaria resistencia a Morales y a sus adláteres, la élite necesita sacar lección del modelo de grandes fundaciones como Ford o Soros: donar dinero abiertamente a jóvenes líderes políticos a cambio de que se comprometan de forma medible con la transformación, no a cambio de que hagan la voluntad de los profundos bolsillos y de las timoratas intenciones de sus donantes.
Otro tanto ayudaría tomarse tiempo entre juegos de squash para instruir a sus gerentes de banco para que dejen de temer abrirle una cuenta al Movimiento Semilla o, para el caso, a cualquier otro movimiento político que se establezca como Dios manda. No por su persuasión política, sino porque necesitamos un sistema político financiable, transparente y diverso.
Nosotros, y también Dionisio Gutiérrez, debemos entender que es bonito estar en la tele, pero que no se trata de que él sea candidato. Se trata de que, cuando la derecha necesite dinero, no solo vaya con Dionisio. Y que cuando la izquierda necesite dinero, no tenga que ser con los socorridos suecos, ya que en Guatemala nomás encuentran cobardes y tacaños.
Así que, sacudidas ya las migas de cruasán de la chaqueta y antes de volver a los afanes del pollo, la harina, las tiendas o la electricidad, conviene reconocer que hoy la mayor contribución de la élite a la democracia será financiarla, no dirigirla.
Columna de opinión tomada de Plaza Pública
Ver texto original: https://www.plazapublica.com.gt/content/tareas-para-el-frente-ciudadano-o-para-el-ciudadano-del-frente